Paisajes monegrinos con unos celajes tremendos que se abaten sobre los pobres carrizos, pero con toda la fuerza de la luz agarrada al suelo en un amarillo agradecido. Bodegones empapados de un blanco suelto y audaz. O la explosión de unas manzanas verdes que surgen de pronto detrás de una maraña de añiles.

Son 55 pintores los que participan en la Colectiva de la Agrupación de Acuarelistas de Aragón que se muestra, desde ayer hasta el 27 de enero, en la sala de Exposiciones del Centro Cultural Ibercaja Zaragoza (calle Antón García Abril, frente al Pryca). La Asociación ya tiene ocho años. Y en la dinámica de sinergias, comparaciones, estímulos y salidas conjuntas al campo, la pintura, en general, "comienza a ser más transgresora, y a tomar la transparencia propia de la acuarela y su frescura", como apreciaron ayer en la presentación los delegados culturales de Ibercaja.

Se mostraban acercamientos idealistas al paisaje, y evocaciones soñadoras de tardes estivales, pero también funcionaban los brochazos fuertes, valientes y seguros sobre trigales y atardeceres verdaderos.

El presidente del colectivo, Juan Bautista Topete de Grassa, explicaba a este diario que la afición de tanta gente por la acuarela "viene, quizá, por lo sencillo y lo volátil que parece". Y también, dijo, "porque requiere muy poco talabarte y muy poco follón: Una acuarela puede resolverse en una mesa camilla". Y en relación a la menor presencia de muy jóvenes en el grupo, Topete de Grassa analizaba que la orientación cultural no era favorable hacia esta especialidad pictórica: "La asignatura de acuarela no existe en la Escuela de Bellas Artes".