La restauración de la iglesia románica de San Lorenzo de Morillo de Sampietro en la provincia de Huesca fue inaugurada ayer con la asistencia del delegado de Patrimonio Cultural de la Diócesis de Barbastro-Monzón, Enrique Calvera; el director de la Obra Social y Cultural de la Caja Inmaculada (CAI), Francisco Río; y el gerente de Prames, Modesto Pascau.

La recuperación de este bien histórico artístico ha supuesto una inversión de 186.000 euros (61 millones de pesetas) y se enmarca dentro del programa CAI de Naturaleza y Medio Ambiente emprendido por la entidad de ahorro a finales de 2002, con la colaboración de Prames, para dar a conocer, recuperar y conservar el patrimonio natural, artístico y cultural de Aragón.

Enrique Calvera expresó su agradecimiento: "Esta es una de esas joyas de nuestro patrimonio que estaban condenadas a la desaparición porque habían llegado a un estado de deterioro que asustaba".

Francisco Río se manifestó satisfecho por la labor realizada en lo que es la primera de las obras de restauración que esta caja de ahorros patrocina gracias al citado convenio y que tendrá su continuación con los trabajos que actualmente se están realizando en la ermita de San Miguel de El Frago en Zaragoza y la ermita de la Virgen del Campo de Camarillas en tierras turolenses.

Por su parte, Modesto Pascau valoró el esfuerzo de los recuperadores el arquitecto José Miguel Ferrando y las restauradoras Rosa Abadía y Elena Quillué y felicitó la iniciativa de la CAI como ejemplo de lo que debería ser la recuperación progresiva de nuestro enorme patrimonio artístico en Aragón.

Un patrimonio que en ocasiones se encuentra en los lugares más recónditos. Como es el caso de Morillo de Sampietro, una pequeña aldea del municipio de Boltaña, colgada a casi mil metros de altura, en una zona muy apartada de los Pirineos, dónde en su iglesia parroquial escondía un conjunto de pinturas murales de época medieval de enorme importancia.

San Lorenzo es una construcción que data del siglo XII. Su torre, de principios de la Edad moderna. Como es habitual en las pequeñas iglesias del románico, su estructura es de nave de cañon, culminada con un ábside semicircular y una bóveda de horno. Cobija en su interior estas pinturas valoradas, no sólo por su antigüedad sino por conservarse in situ, en los muros del templo. Las pinturas permanecían casi ocultas, ya que las tapaba un retablo, ahora conservado en Boltaña, y porque las modas estéticas de diversas épocas cubrieron con cal y yeso las paredes.

El que ahora podamos disfrutar estas pinturas se debe a la restauración total de la iglesia a lo largo de seis meses en el año 2003. Para ello se demolieron los restos de la antigua abadía, dejando únicamente el arranque de la fachada eliminando el volumen de la entrada, del porche y de la sacristía.

En el interior la restauración pictórica no fue nada fácil, el primer problema que se encontraron las restauradoras fue la falta de adhesión de los murales debido a la humedad sufrida en la iglesia.