La Iglesia de San Gil Abad fue declarada bien de interés cultural en 1967. En la actualidad, cualquiera que pasee por la calle Don Jaime de Zaragoza seguramente no se percate de la esbelta torre mudéjar que se esconde tras la fachada de la iglesia de San Gil Abad. Algunos visitantes se preguntarán porqué dicha torre no se exhibe de forma más ostentosa junto a la fachada. Su situación se debe a que a lo largo del tiempo la iglesia ha sufrido diversas reformas. El primitivo templo románico hecho de piedra se derribó para construir la iglesia mudéjar y más tarde, en época barroca se llevó a cabo una remodelación total.

La iglesia románica originaria se construyó a raíz de la conquista de Alfonso I El Batallador en 1118. Después de muchos años de dominación musulmana, el rey va a querer marcar hitos por la ciudad "para mostrar quién manda ahora", bromea Maribel Estébaz. Éstas van a ser pequeñas ermitas debido a la ausencia de piedra y de maestros canteros en la ciudad. En esta época se construyó la iglesia de San Miguel, la de la Magdalena, la de San Blas que conocemos hoy como San Pablo, la catedral del Salvador y la iglesia de Santiago.

Más tarde, conforme la ciudad fue creciendo, estos templos se quedaron pequeños. Fue a lo largo del siglo XIV cuando estas ermitas se van a derribar para construir en su lugar edificios de ladrillo. Será entonces cuando nacerán los llamados templos mudéjares, construidos por musulmanes expertos en trabajar el ladrillo, que se quedaron a vivir en territorio cristiano. Estébaz, responsable de realizar las visitas explica que "estos musulmanes supieron aunar la tradición constructiva árabe con las novedades que estaban llegando del mundo cristiano, obteniendo un resultado muy especial".

FORTALEZA "La iglesia en su interior es barroca pero el cascarón es mudéjar. Si picáramos la pared unos veinte centímetros estaríamos con todo el mudéjar al aire", destaca Mario Gallego, párroco de la iglesia.

La parroquia de San Gil Abad se encuentra dentro del modelo de iglesia-fortaleza debido a que tiene toda una tribuna en la parte superior que rodeaba toda la iglesia y que permitía vigilar a los enemigos durante la guerra de los Dos Pedros (1356-1369) que enfrentó a Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón. "Esta característica es muy rara en esta parroquia porque se encontraba en medio de la ciudad y este modelo de iglesia-fortaleza se daba en templos que se situaban fuera de la ciudad", explica Estébaz.

Algo curioso, según explica la responsable de Gozarte de realizar las visitas guiadas, es que "la decoración de la torre con friso de espinillas, en zig-zag y de cruces se ve también por dentro y se desconoce la razón".

VIGILANCIA El interior de la alta torre múdejar es de gran belleza, cubierta con bóvedas de aproximación de hiladas. Pero tenía una función muy clara: "la galería de la torre que daba a la calle Don Jaime se convirtió en un lugar privilegiado para observar a los árabes, a los judíos y a los cristianos o franceses que distribuían sus territorios en torno a la iglesia, incluso se veía la muralla de Torrero", relata Mario Gallego.

A una de las dos galerías que tiene la iglesia de San Gil, donde se pueden observar los restos góticos en ventanales y rosetones, se puede acceder gracias a las visitas guiadas nocturnas que organiza el Museo Diocesano de Zaragoza y que lleva a cabo la empresa zaragozana Gozarte. Se realizarán a partir de agosto los viernes por la noche ya que como explica Maribel Estébaz, "la oscuridad camufla lo más deteriorado y transmite un mensaje de tranquilidad y un ambiente especial".

Pero con certeza, el cambio más significativo se realiza en el siglo XVII con la orientación de la iglesia. "En lugar de hacia el este, que es lo habitual en las iglesias, se cambió al oeste, y al hacer esta especie de entrada poligonal, se cortó el paso de la galería superior que en origen comunicó ambos lados de la iglesia", narra Maribel Estébaz. Este cambio de la entrada, razón por la que la torre se encuentra semiescondida, se debe a varias razones: por la ampliación e importancia que toma la calle Don Jaime I; y por la búsqueda constante de movimiento e irregularidad en la época barroca. Por ello, se modificó la planta rectangular primitiva: "ésta y la iglesia de la Magdalena son los dos ejemplos claros en Zaragoza", añade Estébaz.

PEQUEÑAS JOYAS En el interior se conservan las pinturas del techo de la sacristía realizadas por Miguel Bayeu y se guardan piezas especiales. Mateo Gallego, miembro de patrimonio de la Diocesis de Zaragoza, destaca "un estandarte de piel de vaca bordado en oro y plata en el que se conservan hasta las puñetas" además de "jarrones modernistas, libros de 1500 y puertas del antiguo archivo recicladas para decorar las puertas nuevas". En definitiva, un templo discreto en su exterior que esconde grandes tesoros que se podrán visitar con la llegada de agosto gracias a las visitas guiadas nocturnas.