Alfonso I de Aragón es bien conocido por su afán conquistador. Se hizo merecedor del apelativo de El Batallador por sus continuas batallas acometidas saldadas casi siempre con éxito. Y es que su idealista proyecto de cruzada contra los musulmanes le abocó a una continua carrera expansiva que tenía como fin la conquista de Zaragoza y Lleida y, en última instancia, pretendía tener una salida al mar a través de Tortosa y Valencia. Precisamente, la construcción de la iglesia de San Miguel de los Navarros se lleva a cabo tras la toma de Zaragoza por Alfonso I El Batallador y por el afán de éste de ostentar una ciudad de aspecto puramente cristiano. Y así fue, se construyó una iglesia románica típica de principios del siglo XII.

Será en el siglo XIV, que fue una etapa de plena efervescencia cuando la población creció enormemente y provocó que por necesidad ésta se ampliara de la misma manera que las demás iglesias: se construyó de ladrillo y de estilo mudéjar. "Era más pequeña de lo que nosotros vemos en realidad. En sus inicios era de planta rectangular de una única nave con capillitas entre los contrafuertes que sujetaban la pared de la iglesia y hacían de muro de carga", explica Maribel Estébaz. Con el tiempo se va a ir ampliando la planta, sobre todo durante el siglo XVII.

Fue en el Barroco cuando se realizaron las obras más drásticas en la parroquia: se colocó un testero poligonal detrás del cual se construyó un trasagrario y se amplió la planta solamente hacia el sur con una nave lateral no simétrica. Esta nave se componía a su vez de capillas que ya en esta época eran más grandes: "la sala capitular, la sacristía y la capilla de Zaragoza la Vieja, que interesa especialmente porque albergan las pinturas de José Luzán", explica la responsable de la visita guiada.

Es a lo largo del siglo XVIII cuando se instalan una serie de esculturas que representaban a santos y que decoran hoy los pilares. Esculturas que se realizaron también en la iglesia de San Gil por el mismo autor: José Ramírez de Arellano, artista natural de Huesca. Además, se incluyó un coro a los pies de la iglesia y el trasagrario al que se accede por detrás, por la sala capitular, que es un lugar muy pequeño "que alberga unas pinturas muy interesantes que tienen que ver con alusiones a la comunión", cuenta Estébaz.

La leyenda

En la zona cristiana, aparte de haber muchos franceses, había muchos navarros debido a que el rey Alfonso I El Batallador consiguió que el Papa dictara que la conquista de Zaragoza era una cruzada, es decir, que aquellos caballeros y soldados que llegaran para luchar y así conquistar la ciudad tuvieran las mismas ventajas espirituales y materiales que los cruzados que se iban a tierra santa. "Ventajas espirituales como la muerte digna en batalla y ventajas materiales como derecho de motín y a tierras en los lugares conquistados", explica Estébaz. Por ello, muchas gentes de la zona francesa del Bearne y muchos navarros llegaron a Zaragoza para luchar contra los musulmanes.

Cuenta la leyenda que cuando la lucha estaba equilibrada, apareció el arcángel San Miguel decantando la victoria provisional hacia los navarros. Será por ello que aquellos, recordando aquel suceso, construyeron una primera iglesia románica dedicada a San Miguel. Recuerda Maribel Estébaz que el homenaje al santo se puede apreciar "en dos cuadros enormes en los que aparecen San Miguel representado dando mandobles".

Conocer nuestro pasado histórico no tiene porqué ser una tarea tediosa, la historia se nutre de diversas anécdotas. La restauración de la representación escultórica de San Miguel luchando contra el demonio situada encima de la ornacina de la portada de la parroquia de San Miguel es una de ellas. El irónico escultor zaragozano Félix Oroz, autor de la antigua comparsa de gigantes y cabezudos, fue el encargado de reconstruir las partes deterioradas. Con mucha sorna, reconstruyó la cabeza del diablo realizando una reproducción de la de su amigo Jerónimo Borao, en ese momento rector de la Universidad de Zaragoza. Y "todo el mundo reconocía en el rostro del demonio la cara del rector", expresa divertida Estébaz.

Anécdotas históricas

Otras anécdotas no son tan amables, pero todavía hoy perviven. Es el caso de la campana de los perdidos que sigue dando las treinta y tres campanadas. La historia se remonta a unos labradores que se perdieron debido a la niebla y que murieron de frío antes de llegar a la muralla de Zaragoza. A raíz de esta situación, la ciudad planteó buscar un medio para avisar de que se cerraba la puerta de la muralla y de orientar la ciudad. La solución fue instalar la campana de los perdidos. Daba treinta y tres campanadas, como recuerda la Estébaz es"un número muy simbólico que remitía a la edad de cristo".

Las grandes amistades entre personalidades relevantes han sido una constante de nuestra historia. Y su poso se encuentra en el pasado de la iglesia de San Miguel, concretamente en su retablo. En su parte superior están las armas de los Médici y, es que, como explica Estébaz, "el Papa León XIII, que era amigo personal del arzobispo de Zaragoza Don Alonso de Aragón, hijo ilegítimo de Fernando el Católico, regaló el retablo realizado por Damián Forment, mismo autor del retablo de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar" y colocó allí sus armas. Todas estas anécdotas no se quedaron en eso y se pueden observar en las características actuales del santuario de San Miguel de Zaragoza.