El zaragozano Ignacio Martínez de Pisón publicó el pasado 25 de agosto su nueva novela, Fin de temporada (Seix Barral), en la que sin salir de las relaciones familiares, aborda la importancia y el peso del secreto en la vida de una persona. Mañana jueves presenta el libro en la terraza del IAACC Pablo Serrano a partir de las 19.30 horas en un acto en el que estará acompañado por Eva Cosculluela.

-Los bares suelen ser los mejores lugares para descubrir historias...

-Esta novela nace en un bar cuando un amigo extremeño me contó la historia de una pareja de jóvenes, ella menor de edad. Deciden trasladarse a Portugal a una clínica abortista. En el camino sufren un accidente de tráfico y él fallece. Ella decide tener el hijo. No supe más de esa historia ni quería, no me puse a investigar, simplemente me puse a imaginar qué podría haber pasado con esa mujer y ese hijo.

-Una historia situada en una época muy concreta. Hablamos de una España que salía del franquismo en el año 1977 que es cuando empieza la novela.

-Claro, a mí me interesaba cómo debió ser en ese momento la vida de una mujer que sufriría un gran castigo social. Ser madre soltera entonces conllevaba una mala reputación y ella intenta escapar de ese destino y borrar todos los restos del pasado. Sin embargo, el pasado les acaba alcanzado a través de su hijo que descubre las circunstancias de su concepción.

-‘Fin de temporada’ es una novela que se podría considerar clásica. Lo digo más que nada por esa misma temática de que el pasado siempre acaba alcanzando el presente.

-Sí, parece como que el destino existiera, que hay un pasado del que no te puedes librar porque la vida tiene una estructura cíclica que hace que acabe cogiéndote del pescuezo. En ese sentido, podría ser como las viejas tragedias...

-¿Qué tienen las relaciones familiares que vuelve a ellas una y otra vez en casi todas sus novelas publicadas?

-En este caso, la familia coge una fuerza muy especial porque se habla de la fuerza de la sangre. El pasado late en ti sin saberlo... Y de eso se da cuenta Juan cuando acaba descubriendo a su familia paterna. Ve que tiene un parecido a ellos, que hay algo en él de ellos y eso explica que hay una relación forzada por la propia sangre. La familia tiene algo de cárcel porque te encierra en su propia realidad.

-¿Por qué decide situar la acción en Miami Playa, un lugar con tantas peculiaridades enclavado en Tarragona?

-Es un sitio muy peculiar situado en una zona muy prestigiosa como es la Costa Dorada pero abandonado a su suerte. Cuando se trazó el mapa de la prosperidad en España se decidió excluir del mismo a Miami Playa al que le colocaron además tres centrales nucleares muy cerca. Esa era una idea que me interesaba pero también el hecho de que un cámping, que es el que regenten Juan y Rosa, es algo provisional y pasajero. Es un lugar en el que no se echan raíces porque no suelen arraigar y es muy contradictorio que ellos se acaben quedando allí. Además, en contraposición al cámping está Plasencia con su majestuosidad histórica. Los cámpings subrayan esa provisionalidad porque son lugares donde no existe el pasado, parece contradictorio que alguien pueda echar raíces ahí.

-Junto a Juan, el hijo, y Rosa, la madre, aparece Mabel, que también como en los grandes libros es la que hace que sucedan cosas.

-Es un personaje ajeno al conflicto que lo que hace es solucionar problemas. Y que, además, me permite introducir un concepto que es muy reciente como en la sororidad que no existía entonces pero que se puede intuir en la novela. Las dos amigas tienen un pasado doloroso y la confianza mutua que se tienen las hace ser más fuertes. No se podía hablar de sororidad en aquella época pero es algo que está ahí.

-‘Fin de temporada’ es una novela que no parece esconder una estructura compleja pero que por debajo lleva una gran carga reflexiva, ¿por qué cree que eso sucede?

-Hay muchas situaciones contradictorias que se suceden y dan pie a reflexiones muy variadas sobre asuntos como la maternidad o el destino... No son personajes complejos pero la realidad les acaba volviendo profundos. Reflexionar les hace mejores. Es, en ese sentido, una novela de aprendizaje en el que van evolucionando a medida que van sabiendo. El saber modifica la vida de la gente.

-Usted mismo ha dicho en algún momento: No eres el único si sabes unas cosas que si no las sabes.

-Claro, y un ejemplo de todo esto es el chico, Juan. Todo cambia cuando hace ese gran descubrimiento porque su vida de repente tiene otra dimensión muy diferente. Descubrir ese secreto es un salto hacia el pasado para él pero también hacia el futuro. Y entonces el destino empieza a ser diferente. Él empieza a pensar en la vida paralela que hubiera podido tener pero en realidad esa vida nunca hubiera podido ser. Su padre y él nunca hubieran coincidido en vida y es algo muy dramático a lo que él le da vueltas. Si está su padre, él no hubiera estado y él está porque no lo está su padre.

-Al final, es un reflejo de su propio padre.

-Él es su padre a ojos de Rosa porque se parece mucho a él con una edad que es la misma que tenía su padre cuando falleció. Y eso a Rosa le da un momento de mucha felicidad aunque puede llegar a confundir el amor.

-‘Fin de temporada’ concluye a punto de entrar en el siglo XXI. Quizá cuando se acabaron también las certezas en este mucho que habitamos. ¿Lo había pensado?

-El título lo puse casi al principio, Fin de temporada, y aunque luego le he dado vueltas para cambiarlo así se ha quedado porque me parece que en la novela sucede algo crepuscular y referirnos a la temporada afecta a muchos niveles. Por un lado, la temporada de verano en los cámpings que en este se agrava porque nunca se sabe si va a ser la última por todo lo que sucede. Siempre hay algo que está acabando, también la relación entre la madre y el hijo... Y el título y el desarrollo también tiene un componente histórico muy importante, sí. La historia de esta novela concluye a finales de los años 90. No son conscientes pero va a cambiar el mundo para mal. Así lo veo yo. El optimismo que había en los años 90 no se acabó de confirmar y dio paso al pesimismo que comenzó con el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. Es el libro, además, en el que más me he acercado a la actualidad, bueno, supongo que todo está encerrado en la misma idea de Fin de temporada.