-¿Qué ha pasado y qué pasará en la SGAE?

-Ha pasado que una parte de los socios, una parte de las materias que gestiona la SGAE, se han apropiado de toda la organización y eso ha creado una división interna y unas malas prácticas. ¿Qué queremos que pase? Primero, que esas malas prácticas desaparezcan, y segundo, que se recompongan las relaciones. Porque las divisiones en sociedades de este tipo van en detrimento de todos. Una imagen como la que está dando la SGAE no beneficia a nadie; la situación puede beneficiar económicamente a algunos, pero como imagen de autores, creadores, intérpretes, etcétera, es mala para todos. Me gustaría que se pusieran al corriente de la ley y que hubiera una solución razonable. Me habría encantado que la SGAE le hubiera ahorrado al ministerio la petición de intervención al juez.

-¿Hay plazos?

-No, pero el juzgado está actuando rápido. El martes o el miércoles se cumple el plazo de 10 días que dio a la SGAE para recurrir.

-Paralelamente, el Congreso ha limitado al 20% el dinero que las editoriales pueden recuperar de la música de madrugada en televisión, la famosa rueda.

-Las entidades internacionales de gestión de derechos recomendaban un máximo del 15%. Lo que pasa es que con buen criterio los partidos políticos de la Comisión de Cultura decidieron ir por consenso. Hubo muchísimas presiones para que no se limitara esto y en un momento determinado el PP planteó subirlo un poco y los demás aceptaron el 20%.

-¿Esta limitación va a dejar a los insomnes sin música en la tele porque ya no será rentable?

-Por lo menos la limitará a cotas más razonables. Intentar argumentar o vender que la franja horaria de dos a seis de la madrugada debe llevarse el 70% de ese tipo de remuneración no es razonable. Y si el argumento es que esto favorece a la música española, ¿por qué no la ponen en horarios razonables?

-Y de paso se abre el abanico de artistas que salen.

-No voy a decir nombres, pero, cuando se renovó la junta de la SGAE con Hevia, una noche de insomnio me puse delante del televisor y estaba el mismo artista en dos cadenas al mismo tiempo. Y era de la junta directiva.

-Hay dos ejemplos actuales de que el artista quizá nazca pero sin duda se hace, J. A. Bayona y Rosalía, ambos formados en escuelas de difícil acceso y caras. ¿Una política cultural seria no debería poner más el foco en la formación y el apoyo al creador?

-Sin duda. La educación artística o creativa es cara y más a partir de cierto nivel, por ello habría que implementar becas para quien no pueda pagarla. No debería ser una formación elitista.

-Estos dos nombres han asestado un golpe definitivo al mito de que el arte se lleva en el ADN.

-Lo sabemos por el flamenco. Se forman ellos solos o se forman en grupo, pero un buen artista flamenco, por muchos recursos naturales que tenga, para llegar a ser un grande son muchos años de aprender. Alguien puede cantar flamenco bien con 20 años, pero seguro que a los 40 va a cantar muchísimo mejor.

-Separemos a Valtònyc del procés que lo ha adoptado. ¿Le parece que su condena fue un ataque a la libertad de expresión?

-Opinar sobre algo que ya está sentenciado yo nunca lo hago simplemente por una cuestión de respeto al poder judicial. Hay sentencias que nos gustan más y otras que nos gustan menos. Pero es verdad que siempre hay un territorio de fricción entre la libertad de expresión y algunas partes del ordenamiento jurídico, pero esta fricción creo que es inevitable, a veces para bien y a veces para mal. Pasa no solo con los casos que llegan a juicio. Ahora hay en Madrid una magnífica exposición de Balthus que ha generado fricción por su visión de la adolescencia, una polémica causada por esta ola de puritanismo que nos invade y que viene sobre todo de Estados Unidos y de la extrema derecha europea. Territorio de fricción con el arte siempre lo habrá porque el arte tiene algo o puede tener algo que moleste al poder o a ciertos sectores de opinión. El problema es cómo se manejan esas fricciones. Unas veces se manejan bien y otras mal.