Del alemán Claus Bury (Gelhnhausen-Meerholz, 1946) es la intervención artística In line of History, seleccionada mediante concurso con motivo de la Exposición Internacional Zaragoza 2008. El lugar elegido determinó la propuesta conceptual y visual de la obra de Bury, formado inicialmente en el ámbito de la joyería con unos diseños que prestan gracilidad a sus esculturas, en las que no pasa inadvertida su fascinación por la tecnología así como por los ingenios mecánicos. En la margen izquierda del Ebro, junto al Balcón de San Lázaro, exactamente donde se sitúa el arranque del último Puente de Tablas que con el de Piedra unió ambas riberas durante siglos, Claus Bury construyó una pasarela transitable de 28 metros, hecha con tablas de madera de abeto Douglas, acero y láminas de aluminio, suspendida en dos aros de acero, tan enormes como ligeros, que elevan la altura sobre el río a 9,50 metros. El crecimiento en altura es tan importante como la disminución de medidas, de 4,40 a 2,70 metros, desde la entrada hasta el mirador. Todo está concebido para hacer de esta escultura arquitectónica una caja escénica que invita a transitar por ella para asomarse al río y a la ciudad. Para que así suceda es importante también la relación perspectiva que se establece entre el suelo y el techo; y la cortina arbolada que acompaña el paseo con el rumor de las hojas y los efectos de la luz.

En el momento de presentar su obra, Claus Bury defendió que las esculturas públicas, para serlo, debían utilizarse. Y eso es lo que sucede con las intervenciones artísticas de la Expo 08. Otro asunto bien distinto es cómo nos situamos ante la obra, y la de Bury, pese a ser tan comprensible por la mayoría, no ha tenido suerte. Justo en la zona del mirador, donde todo está preparado para asomarnos y ver, la concejalía de Medio Ambiente colocó una mesa informativa bien grande para contar algo de la historia del Puente de Tablas y algo sobre los pájaros que frecuentan el lugar. Digo algo porque no se lee nada, debido a las pintadas y también a la suciedad acumulada. La mesa, clavada directamente en la plataforma de madera de la intervención artística, impide asomarse y ver. No es solo una interferencia visual sino una agresión tan grave, o más, que las pintadas, por ser decisión de un organismo público. A la entrada de la escultura, sin tocarla, hay sitio más que suficiente para informar. De obligado cumplimiento, insistimos, es preciso darse una vuelta y conocer el estado de nuestro patrimonio.

LOS PUENTES DEL EBRO / Para realizar su intervención, Claus Bury atendió al Puente de Tablas sobre cuyos cimientos habría de situarse su escultura. La relación con los arcos de los puentes le animó a elegir la forma de los dos aros convexos que, asimismo, asemejan la imagen de una barca que emerge de entre los árboles, y recuerdan el ingenio de los puentes de barcas sobre los que apoyaba el tablero de madera que, al menos en dos épocas, se construyeron para cruzar el Ebro, en 1261 y 1571. Las continuas riadas obligaron a la continua reparación de los puentes que cruzaban el Ebro; sobre su historia han investigado entre otros Carlos Blázquez o Francisco Pellicer.

La primera noticia que se conoce sobre la existencia de un puente de madera corresponde al año 827, cuando los cronistas hacen referencia a su destrucción y posterior reconstrucción. A las continuas riadas se unieron las graves dificultades económicas que impedían construir un puente de piedra que, tras largos años, se inauguró en 1440 aunque su uso era exclusivo para peatones y gentes a caballo pues se creía que las vibraciones de los carros dañaban las piedras, por lo que el Puente de Tablas seguía siendo el más importante de la ciudad al ser el de las mercancías. La gran riada del 18 de febrero de 1643 se llevó “la puente” de madera y los arcos centrales del Puente de Piedra. El 25 de noviembre de 1644 se inauguró un nuevo Puente de Tablas. Tres obras dan testimonio visual en aquel tiempo del estado del Puente de Tablas y del Puente de Piedra: la Vista de Zaragoza desde el Convento de San Lázaro (1646-1647) de Juan Bautista Martínez del Mazo, donde el Puente de Alcántara, nuestro Puente de Tablas sobre pilastras de piedra, es transitable mientras que el de Piedra presenta sus arcos centrales derribados por la riada de 1643; la Vista de Zaragoza desde el convento franciscano de Jesús (1668), de Pierre Maria Baldi; y la Vista de Zaragoza con la entrada del nuevo Virrey de Aragón, don Juan de Austria y la Virgen del Pilar en el cielo (1669), de autor aragonés desconocido, con el Puente de Piedra ya reconstruido. Siguieron riadas e incendios que obligaron reconstruir el Puente de Tablas, hasta que en 1801 se derribó definitivamente. En 1895 se inauguró el Puente del Pilar.

Bury invita a asomarnos al Ebro. Un acto contemplativo al que no es ajena la historia de los puentes que permitieron cruzar las dos orillas del rio, recuperadas desde 2008 para la ciudad.