MIRA LO QUE TENGO

AUTOR José María Valtueña

EDIT Tusquets. Colección: La sonrisa vertical

PÁGINAS 191

"Para mí, siempre, todo ha sido y es maravilloso". Ese arranque animoso de una adolescente en su diario para plasmar casi desde el autismo sus peculiares relaciones con Bobi, su perro, coloca al lector en una raya de salida extraña. A partir de esta primera revelación ingenua de la chica, uno ya sospecha que le esperan todos los obstáculos que la llevarán desde la inocencia hacia la melancolía, desde el juego infantil hacia el morbo y el rondar de la culpa, desde las artimañas amorosas hacia la misteriosa complejidad de lo humano.

Claude Levì-Strauss escribió acerca de La Lectora, de Vermeer: "Ella es joven, pero ya tiene algo de auténtica mujer que conoce la espera y el dolor, la vida y el placer, la común sencillez de todo". Es normal que un antropólogo considere "sencillo" lo que para nosotros está más allá de lo complicado.

José María Valtueña, en su novela autobiográfica Noches de BV80 retrató el fulgor y muerte de aquella generación semiperdida, juventud estética de los 80, que aparcó la lucha social, imaginariamente ya ganada, para abrazarse a libertades individuales que creían inaugurar el mundo desde lo canalla. Y regresa en esta nueva obra para seguir, con Nietzsche (el gran icono ideológico posmoderno), reivindicando un cierto "egoísmo" mucho más atento al cuerpo, a "las minucias cotidianas y próximas", frente al lenguaje interesadamente exagerado e inauténtico de los sacerdotes y metafísicos (el alma, la salvación, la culpa, el espíritu-).

MOVIMIENTOS BRUSCOS Solo cabe afrontar la lectura de esta novela desde la superación nietzschiana de los grandes temas, poniendo sobre el tablero la gestión del propio cuerpo, como recuperación práctica de un poder hasta ahora usurpado y tergiversado por la moral. Pero la protagonista de Mira lo que tengo no se anda con teorías, ni tampoco el autor, que bastante tiene con plasmar sus propias intuiciones y reminiscencias en el cuerpo (también en la cabeza, no se olvide) de una chica actual de 17 años.

Por eso se notan, a veces, movimientos bruscos en el "tempo" narrativo (en la vida real el tiempo a veces fluye también a saltos, pero sin alboroto), y la muchacha comienza a hablar desde la adultez súbita, por ejemplo. Y, en ocasiones, todo se paraliza y se nos introduce en la escena de alguien encerrado con un solo juguete, o en la pesadilla de una mosca tenaz tratando de escapar de una botella. Tras dar con la tecla de "vérselas con el otro", mucho más allá de "enredar con el perro" (pero sin dimitir de esto último), Valtueña remata la novela con una cabriola en la que la antropología, la filosofía posmodernista, el espacio-tiempo y el "todo ha sido siempre maravilloso" queda instalado en su sitio.