Un insustancial KeltiAfrica, el espectáculo creado por Didier Guyot con la pretensión de conectar las músicas celtas y africanas, cerró el sábado en Lanuza la decimotercera edición de Pirineos Sur. Una propuesta lamentable que no se merecía el festival: ni en su noche de clausura ni en ninguna otra. Cierto que es difícil acertar de pleno con la programación y que incluso el artista más solvente puede tener un mal día, pero KeltiAfrica huele de lejos a montaje, a reunión forzada.

O sea, a KeltiAfrica no lo hubiera salvado ni Papa Wemba. El cantante congoleño, que participa en esa reunión musical (cuando menos está presente en el disco), decidió, con oscuros argumentos, no venir a Pirineos Sur. Todos pensamos que el espectáculo se resentiría; pero, visto lo oído, habrían hecho falta muchos papa wembas para llevar a buen puerto el concierto. Faltó él, pero tampoco acudieron a la cita otros colaboradores como el griot guineano Djeli Moussa Diawara, el gran maestro de la percusión senegalesa Doudou N´Diaye Rose y el bretón Gilles Servant. Tuvimos, por contra, a Esther Dogong Na Essiene, quien ya había estado en el festival, y que parece no haber avanzado mucho en su carrera como cantante, y al estupendo guitarrista Ousman Kouyate, que para lo que pudo aportar al invento bien podía haberse quedado en París. Para mayor coña, la sección de percusión (Los Tambores del Congo) se presentó bastante mermada.

En fin, ausencias al margen, lo cierto es que KetiAfrica hizo aguas por todas partes.