-Le han llamado el rey de los bises, el rey de los tenores,... y, sin embargo, usted se define como el 'happy' tenor…

-Lo que sigue a esa definición es feliz por decisión, que es una de las filosofías más arraigadas que tengo.

-¿No se cree mucho los elogios?

-No, porque mira, para empezar, eso que señalas es un título que ni busco ni espero ni mucho menos porque al final de cuentas yo estoy en esto porque es algo que me apasiona, que me gusta, que me llena y que me hace feliz precisamente. Es algo a lo que le he dedicado ya 16 años de mi vida sin contar los años de estudio que son otros 10. Es decir, he estado más de la mitad de mi vida dedicándole mi tiempo, mi esfuerzo, mi pensamiento y mi corazón a la música y a la ópera. Los títulos al final de cuentas salen sobrando, a mí lo que me importa es gustar en el escenario, compartirme y que el público sea feliz conmigo.

-Hablaba usted de esos 16 años de profesión. No le gustan los títulos pero es ahora uno de los tenores más reclamados del mundo, ¿se imaginaba llegar a este punto?

-No, la verdad es que no me lo imaginaba, obviamente todos los que nos dedicamos a la música y nos dedicamos a esto, estamos persiguiendo un sueño que puede o no llegar porque depende de muchísimas circunstancias y no solo del talento que tengas. Hay muchas cosas que tienen que confluir para que estos sueños que uno tiene se consoliden. Nunca me imaginé llegar hasta acá, obviamente lo soñaba y obviamente lo deseaba. Trabajé para ello y afortunadamente se dieron así las cosas y estoy más que feliz y agradecido con Dios, con la vida y con todo.

-Para mantenerse en lo más alto, además de lo obvio como cuidar su voz, ¿hay que tener autoexigencia? ¿Usted la tiene?

-Mucha, mucha. Siendo una carrera como la mía como es, tan exigente, demandante y absorbente en cuanto a tiempo, el hacer esta pausa obligada por la pandemia me permitió estar mucho tiempo con mi familia y estar en casa más de dos semanas. Fue un tiempo que aproveché para descansar muchísimo porque tenía mucho estrés acumulado de todos estos años de trabajo. Me vino muy bien el descanso, de hecho, me lo tomé demasiado a pecho risas y volver a retomar el ritmo de trabajo comenzó siendo un poco complicado pero ahora estamos ya más en forma y estoy feliz de volver a Zaragoza. Me recuerdo aún ese recital que hicimos hace dos años.

-Aquí en Zaragoza se recuerda mucho aquella actuación, veo que usted también guarda un grato recuerdo...

-Me encantó, fue un recital bonito. El Auditorio es una maravilla para cantar, me sentí tan bien y tan cómodo... la acústica fue maravillosa. Y qué decir del público que fue de lo más receptivo, cariñoso y caluroso. Recuerdo mucho también haber dedicado, creo que fue uno de los bises, a la memoria de Miguel Fleta, canté Ay, ay, ay. Una canción que él hiciera muy famosa por esa técnica y facilidad que tenía para hacer cantar con esa suavidad y ese terciopelo tan admirable y característico de él. Estoy muy contento de tener una nueva oportunidad de presentarme en ese formato tan íntimo que es el recital en Zaragoza.

-Hablando de este recital, ¿qué me puede decir del programa que ha elegido?

-Es un recital bastante distinto a los que he estado ofreciendo en los últimos años en el sentido de que es mucho más versátil. Siempre venía trabajando recitales mucho más ortodoxos, mucho más hacia la ópera. Y ahora cantaré ópera, sí, porque sigue siendo por lo menos la tercera parte del programa, pero le doy un poquito de espacio a la canción italiana y mexicana que también es música escrita para la voz, para interpretarse con una voz operística y que no pierde ningún valor ni mérito interpretarlas. Es música bellísima con el mismo nivel de exigencia que puede tener un aria de ópera y con el mismo lucimiento. Es un programa muy bonito, muy versátil, con arias de ópera, de repertorio nuevo que estoy queriendo compartir, un poco de canción tradicional mexicana de José Alfredo Jiménez, algún que otro bolero tal vez… Como te digo, es un programa muy versátil y, sobre todo, de muy buen gusto.

-La ópera tiene que convivir con ese mito de que es para un público entendido... ¿qué opina de esto con lo que supongo usted también tendrá que convivir?

-No, no, no… La ópera es un género musical y teatral único que tienes que vivirlo, experimentarlo, para saber de qué va. Yo siempre he hecho la analogía con el cine. Uno va al cine y hay gente que no sabe hablar inglés por ejemplo y si no está el doblaje, están los subtítulos y la ópera también los tiene. La idea de que el idioma es una barrera falla, no es tal. Por otro lado, que la ópera es aburrida y tienes que entenderla, no es cierto. Nosotros hemos crecido viendo cine y qué tanto sabemos de cine, de cosas técnicas no sabemos, pero vamos y disfrutamos del cine. Con la ópera hay que hacer lo mismo, ir y disfrutarla. Tiene su estética, su línea y su historia y al igual que pasa con el cine que hay películas que te gustan, que te aburren...lo mismo te pasa con la ópera. Yo no voy a decir que todas las óperas son increíbles, que todas son maravillosas, yo mismo confieso que en algunas óperas me he quedado dormido porque sí, hay para todos los gustos. Como en las películas q ue tienes tus actores y actrices favoritos, aquí vas a tener tus cantantes favoritos, tenores, sopranos, tus directores favoritos, tus teatros, tus orquestas… pero es cuestión de probar y ser conscientes de que un cantante de ópera como un buen actor tiene su preparación, sus estudios… Se prepara para hacer de su cuerpo ese eslabón entre lo que está planteado en un libreto y la realidad que uno va a presenciar. Hay que romper ese mito y animarse a probar. Llegado a este punto, quiero aclarar para que la gente lo sepa es que lo que se va a presenciar en Zaragoza no es propiamente una ópera. Son extractos en algunos casos de las partes principales de una ópera. Es como sacar la escena estrella de Tom_Cruise en Misión imposible,. como su pusieras solo eso. Voy a hacer partes principales de una ópera y lo demás serán canciones, unas más populares que otras y que es mucho más de dominio público.

-Sorprende que usted sea tan cercano y se prodigue en entrevistas. No quiero usar la palabra divo ni dar nombres pero no siempre es así en este mundo...

-Es que ya no hay razón para ello. El cantante de ópera hoy por hoy por muy famoso que quieras que sea no se va a equiparar con la fama de Justin Bieber, de Bruno Mars, de Beyonce o de quien tú quieras. En toda esa gente, muchas veces te encuentras con gente sencilla y en nuestro caso, en concreto de la ópera, los grandes nombres que yo he tenido la oportunidad de conocer en este ambiente, en este género, es la gente más humilde también porque saben que lo que están haciendo es un arte que se comparte. Es un arte que no es para ti mismo sino para el goce y disfrute de los demás y esto tiene que considerarse como un regalo de la vida, tener la posibilidad de hacer esto, de traer felicidad a la gente. No le encuentro razón de ser el sentir que tienes la razón de ver a la gente por encima del hombro, no lo concibo de esa manera. Y, además, aparte de todo esto, yo esto lo veo como mi trabajo y mi empleo y yo no soy mi trabajo, yo sigo siendo un ser humano que se comparte. Antes que ser cantante, soy padre, alguien que tiene que dar un ejemplo de vida, soy un esposo, hijo, soy un ser humano y esa parte jamás quiero perderla.