Javier Cercas asegura que después de tres años dándole vueltas a su novela Soldados de Salamina ("intentando librarme de ella, pero no hay manera porque no me dejan"), ayer un estudiante del IES Miguel Catalán de Zaragoza le hizo una pregunta excepcional: Si cuando le contaron al escritor esa historia pensó en el soldado que perdonó la vida a Sanchez Mazas. Cercas le contestó que no. Pero confiesa que "ese soldado es el protagonista del libro".

Y explicó el escritor que Sánchez Mazas no es más que una anécdota. "Igual que en Psicosis parece que la historia va de la chica, que va de un robo y eso sólo es el engaño, el cebo. Mi libro no va de Sánchez Mazas, va de Miralles, el soldado".

Javier Cercas explicó cómo hace poco su traductor al inglés había hablado de esta novela con Juan Marsé y éste aún mostraba su extrañeza por aquel soldado que, por lógica, "debería haberle matado al descubrirlo en el bosque". Sánchez Mazas era, al fin y al cabo, "un introductor del fascismo en España y serio responsable de que aquel muchacho se marchara al exilio", dice Cercas.

LA CLAVE DEL ENIGMA

Sobre el enigma de la personalidad de ese joven militar y lo que ocultaba su mirada magnética se lee en el libro: la mirada del soldado no expresa compasión ni odio, ni siquiera desdén, sino una especie de secreta o insondable alegría, algo que linda con la crueldad y se resiste a la razón pero tampoco es instinto, algo que vive en ella con la misma ciega obstinación con que la sangre persiste en sus conductos y la tierra en su órbita inamovible y todos los seres en su terca condición de seres . Esa es la frase central de la novela.

Para Cercas, "la palabra clave es la alegría. Es decir, esta novela, para mí, versa sobre la alegría de estar vivo. La alegría es lo más profundo que existe. Es el tope del ser humano".

El autor de Soldados de Salamina , el libro que no desvela los enigmas, afirmaba ayer que "la vida puede ser horrorosa y yo ser un cabrón y estar rodeado de cabrones, y hay que abrazarla. Es lo único que tenemos". Por encima de la pregunta de si hay vida después de la muerte está la afirmación de que hay vida antes de la muerte. Cercas declara que esa conciencia de que la alegría es el tope del hombre, "es lo más profundo que sé". Soldados de Salamina aspira a explicar, a través de una microhistoria, no sólo la Guerra Civil, sino la condición humana.

Y a la vez despierta la memoria colectiva. Es una secuencia que ocurre y que Sánchez Mazas relata a su hijo, Sánchez Ferlosio, quien, a su vez la desvela a un Javier Cercas que le entrevista y que otro Javier Cercas (ahora personaje de una novela) va revelando al lector a través del libro. El recuerdo como elaboración e interpretación de lo que ocurrió: "La memoria es una construcción del mundo. Hasta la propia física que parece una explicación exacta del mundo, es también una interpretación".

Pero en esta reconstrucción de la memoria colectiva en España, tras la amnesia pactada de la transición, preguntado sobre si aparece aún incólume la figura de Francisco Franco, el escritor señala: "Al llamar a Franco un militar gordezuelo, afeminado, incompetente, astuto y conservador. Contrapunto de los hombres que lucharon por los ideales el narrador actúa como un historiógrafo latino, como Tácito"

Y agrega: "Ahora que ha pasado mucho tiempo y podemos juzgarle sin animadversión, como a un personaje histórico vemos que Franco era de una mediocridad y de una frialdad apabullante". Para el novelista, el dictador supone "la banalidad del mal, la vulgaridad del asesino que se descubrió en Eichmann al ser juzgado en Israel".

Ya desde su anterior libro El móvil Cercas va desvelando la carpintería interior en la construcción de la novela, cómo uno se pone a escribir una historia: "Eso no es algo nuevo --explica--, es como volver al origen de la novela" Y concluye: "Una de las pocas cosas por las que los españoles debemos estar orgullosos es de que hubo un viejo soldado de Lepanto que escribió el Quijote y ahí lo inventó todo.