AJavier Marías (Madrid, 1951) le sorprende la cantidad de presentadores de televisión que escriben novelas. Afirma no tener nada en contra de ellos y asegura que él también fue «intruso» en su día, cuando con 19 años publicó su primer libro. «Todos sabemos ya leer y escribir. Y todo el mundo considera que puede escribir un libro. No así dirigir una película o pintar un cuadro». Marías, insiste, no critica el boom editorial, sino más bien deja claro que crear una novela es un trabajo muy difícil y muy lento. Tanto que, en su caso, se come tres años de vida. «Terminarla es algo milagroso», destaca.

Sentado frente a su máquina de escribir, teclea una página. La revisa. La vuelve a teclear. La imprime. Tacha a mano lo que no le gusta y la vuelve a escribir. Y así página a página. Hasta llegar a las 544 de Berta Isla (Alfaguara), su libro número 15. Ya está en las librerías y se ha vendido a 13 países. Cada vez que termina su novela piensa lo mismo: «No sé si volveré a escribir otra».

Quizá lo haga, es más que probable. Lo que no hará -porque no está dispuesto a ello- es escribir una novela «boba y superficial» como las que abundan hoy en día. Su siguiente trabajo -en caso de que lo haya- estará fechado no en los tiempos que corren, sino en otros que a él le gustan más, cuando la gente tenía más «sustancia», cuando se leía algo más que frases sueltas sacadas de contexto en las redes sociales, cuando había menos prisa para todo y cuando gente de 70 años no se hacía, por ejemplo, fotografías de sus orejas.

Berta Isla, de hecho, abarca desde 1969 hasta 1995. Ambientada en Madrid y Oxford, es una novela de espías sin espías. Es también el relato de la fragilidad de una relación amorosa condenada al secreto, la ocultación y el resentimiento. Es, en definitiva, la crónica de una espera, a lo Ulises y Penélope. La protagonista, Berta Isla, tiene un marido que aparece y desaparece. Los dos hijos del matrimonio crecen con un padre ausente y entregado a su trabajo en el servicio secreto británico, al que se unió con reparos cuando era joven y, por lo tanto, asustadizo. «Los jóvenes son manipulables y crédulos. Eso es algo que hemos visto en los atentados de Barcelona y Cambrils, ejecutados por jóvenes mientras que los de mayor edad no estaban ahí».

LO QUE CUENTA LA POLICÍA / Marías aprovecha la mención de los atentados para insistir en que la gente se ha vuelto loca con la transparencia. «La policía cuenta demasiadas cosas. Hay gente estúpida que dice que hay que saber qué hacen nuestros servicios secretos. En realidad, creo que la gente no es tan estúpida y acepta que haya zonas oscuras, cloacas. Se aceptó que los agentes abatieran a los terroristas, ¿no?».

El autor, que en su día rechazó el Nacional de Narrativa (dotado con 20.000 euros) por tratarse de «dinero del Estado», insiste en la falta de sustancia de la sociedad actual. Y no solo habla de los jóvenes. Todos somos, en su opinión, más manipulables que antes. «Los medios para manipular hoy no tienen parangón. ¿Qué habría sido del mundo si Joseph Goebbels [ministro de Propaganda de Hitler] hubiera tenido Youtube?». No quiere ponerse fatalista, pero subraya que hay un alto grado de ignorancia y cada vez pensamos menos por nosotros mismos. Por eso, el bombardeo para reclutar es eficaz. Y, por lo tanto, peligroso.

«Somos una sociedad cada vez más puritana y más hipócrita. ¿Por qué? No solo por los adelantos tecnológicos, sino porque hay una deliberada destrucción del sistema educativo desde hace 20 o 30 años. Y no solo en España, sino en muchos países», concluye mientras toquetea su novela, ilustrada con una mujer fumando. La ley antitabaco no afecta, de momento, a las novelas. Ni al apartamento en el que vive y trabaja Marías.