Javier Sierra (Teruel, 1971) sintió la «pulsión» en pleno confinamiento de comenzar a escribir una larga carta para intentar entender todo lo que estaba sucediendo. El resultado fue El mensaje de Pandora. La última novela del escritor turolense recupera el antiguo mito griego de Pandora, la primera mujer que fue enviada por Zeus a la Tierra con un cofre que guardaba todos los males.

-¿Qué mensaje trae Pandora en su nuevo libro?

-Es un mensaje que surge a raíz de este confinamiento y que nos dice que la situación que estamos atravesando no es única en la historia y que se ha repetido insistentemente desde el Neolítico. Todas estas situaciones siempre terminan influyendo en positivo en la evolucion de nuestra especie, como ocurrió con la gripe de 1918 que impulsó los sistemas públicos de salud Aunque el momento aún es duro, creo que vamos a salir reforzados de esta crisis.

-¿Quería lanzar un mensaje de optimismo?

-Necesitamos una inyección de optimismo para afrontar lo que aún nos queda de pandemia. Atendiendo a otras crisis sanitarias similares de la historia estamos en el primer tercio del proceso y este momento es especialmente delicado. De alguna manera, la novela ha llegado para recordarnos que hay un horizonte después. El libro se mira en tres espejos: la ciencia, la historia y la mitología. Los tres nos dan indicaciones de que esta situación tiene salida.

-En la novela reflexiona sobre un posible origen extraterrestre del Covid-19. ¿Cree personalmente que es la teoría más probable?

-Por lo menos nos hace cuestionarnos el discurso dominante. La historia nos ha demostrado que estos discursos han sido muy nocivos para el ser humano. Y esta teoría científica, que lleva un siglo en discusión, por lo menos nos abre la perspectiva sobre cual puede ser el origen de las pandemias. El mito de Pandora y ese concepto de un recipiente hermético con todas las enfermedades se parece mucho a la idea de la panspermia. Los cometas o los meteoritos serían esos cofres que al encontrarse con una atmósfera cálida liberarían su carga vírica y producirían el fenómeno de la vida. Lo que nos dice la panspermia es que la vida es una infección, y eso es interesante.

-¿Los griegos ya lo inventaron todo?

-Reflexionaron sobre todo porque se tomaron mucho tiempo para contemplar la naturaleza. Nosotros, en cambio, dedicamos mucho tiempo para explotar la naturaleza y menos para intentar comprenderla.

-Hay voces que recelan de la base científica de la panspermia.

-Quien defiende que esta teoría es endeble se acoge a que desconocemos mucho sobre la física de la vida en el universo y a cómo puede desarrollarse ahí fuera. En eso están en lo cierto. De momento trabajamos solo con cálculos de probabilidades, pero estas juegan a favor de la panspermia. El último censo de planetas potencialmente habitables habla de 6.000 millones de mundos. Y solo en nuestra galaxia, cuando hay 2.000 millones de galaxias. Por lo tanto, pensar que la vida es un ‘mal endémico’ de la Tierra es ser muy presuntuoso.

-¿Se considera un enemigo del pensamiento único?

-Totalmente. Yo creo que los peores momentos de la historia los hemos vivido cunado ha habido discursos dominantes muy fuertes que han convertido en excluyentes cualquier otra idea.

-¿Los dogmas también imperan en la sociedad actual?

-Ha habido momentos en que el dogma lo regía todo, pero es que hoy estamos bordeando otra vez ese peligro. De alguna manera la política y la ideología se han convertido en el reservorio de los dogmas. Mi idea es la que vale, si no te adaptas eres mi enemigo y voy a destruirte. Eso es lo que subyace, y a mí es una cuestión que me preocupa. ¿Cómo se destruyen los dogmas? Siempre los ha destrudio la realidad. El dogma religioso cayó con la peste negra. Los hombres comenzaron a preocuparse más por ellos mismos y menos por Dios. Ahí nació el Renacimiento y el auge de las humanidades. A lo mejor este pensamiento dogmático político se resquebraja a golpe de realidad. Y la realidad la marca ahora la pandemia.

-¿Esta crisis sanitaria cambiará la sociedad?

-Creo que el cambio de esta sociedad está en manos de nuestros hijos, no en las nuestras. Cuando crezcan nos van a pedir poder estudiar en Cambridge o en cualquier universidad sin tener que abandonar su pueblo en Aragón, porque han descubierto que eso ya es posible. Ese cambio va a ser importante. También el que creo que se producirá es la redistribución de la población. La pandemia ha azotado especialmente a las grandes ciudades. Gracias al desarrollo de intenet y del teletrabajo bastante gente se estará planteando mudarse a un lugar más tranquilo. Y eso va a hacer que la España vaciada acoja una nueva migración. Esto no va a ser mañana pero sí en un futuro. Ahora será mucho más importante invertir en telecomunicaciones que en autopistas y esta crisis va a terminar de convencer de ello a los políticos.

-Asegura que escribió la novela en 15 días.

-Esta novela no deja de ser un texto de urgencia. Ha sido como escribir una larga carta. Nunca había escrito algo con esta pulsión, pero la gravedad del momento marcó el ritmo. En el fondo fue como una necesidad propia. Y espero que sea una vacuna contra la desesperanza.

-Es el único autor español cuyas novelas han llegado al ‘top ten’ de los más leídos en EEUU. ¿Es fácil mantener los pies en el suelo?

-Sí es fácil. Lo peor es el primer momento, cuando una de tus novelas se convierte en un fenómeno internacional y sientes la presión de los editores y los lectores pidiéndote un texto igual o mejor. Pero cuando te das cuenta de que el texto ha triunfado porque tiene tu voz ya te tranquilizas. Lo que hago es recurrir a mi voz. Escribo lo que en conciencia quiero escribir sin pensar en el éxito calibrado en ejemplares vendidos. Mi éxito lo calibro más en la reacción de los lectores, en cómo les abres su curiosidad. Mis próximos proyectos van en la misma línea y se basan en mi pasión por la historia y por el arte.

-Los sistemas educativos no siempre tienen en cuenta lo importante que es estimular la curiosidad.

-La educación es la vacuna imprescindible para la supervivencia. No nos debemos dejar deslumbrar solo por lo técnico, hay que apostar también por las Humanidades, que están en serio peligro de desaparecer. La filosofía, por ejemplo, está diluyéndose en los planes de estudio y es esencial porque nos ayuda a tomar las decisiones colectivas correctas.