Jesús Carrasco ha vuelto a llegar a los puestos más altos de los libros más vendidos con su tercera novela, 'Llévame a casa' (Seix Barral). En ella, Juan se ve obligado a regresar a su pueblo natal debido a la muerte de su padre. La emigración de su hermana le obliga a tener que ocuparse de su madre.

-¿Qué es ‘casa’, hemos redefinido el concepto en estos tiempos?

-Vivimos una época de visibilización de un montón de fenómenos y comportamientos, de lugares que permanecían escondidos han emergido. Hablo de las minorías, de la mujer, del feminismo... Y yo creo que con la casa pasa igual, siempre ha estado ahí pero parece que nos hemos dado cuenta de que tiene otro valor más complejo que lo que teníamos pensado, sobre todo en una sociedad como la nuestra que vive tan en la calle. De repente, vernos obligados a estar en casa nos ha hecho redescubrir un espacio ya conocido.

-De eso también tiene que ver ‘Llévame a casa’, de encontrar un espacio en el mundo.

-Se puede leer en ese sentido, la casa como tu propio espacio. Lo que pasa es que en esta novela es un concepto un poco escurridizo porque, ¿de quién es la casa? Juan se separa de una casa porque necesita su propio espacio... Nunca lo había visto así pero es verdad, en este caso, el sentido de casa es transversal y va mucho más allá de su espacio doméstico y físico, tiene que ver con un lugar en el mundo.

-¿Lo más cotidiano es lo más profundo?

-Estoy convencido de que sí. Tenía ya la sospecha pero ahora, con la pandemia, nos hemos visto obligados ya no solo a meternos en casa y a cuidar del entorno sino a convivir con intensidad con las personas con las que habitualmente convivimos y quizá muchos padres hayan revisitado a sus hijos y viceversa o muchas parejas. Esa profundidad tiene que ver con la educación de la mirada, esa quizá sea la transformación de los personajes en el libro, el cambio de mirada, aprender a mirar lo que les rodea desde otro punto de vista. Se sienten seducidos, sorprendidos y a veces mejorados por ese cambio de perspectiva.

-¿Por qué ahora se ha decidido a escribir un libro con ciertos tintes autobiográficos?

-Es un material narrativo que surgió en un momento en el que yo estaba necesitando materiales narrativos próximos, no en el sentido de cercanos sino de materiales conocidos, con los que no tuviera que relacionarme por primera vez. Había escrito otras novelas de mucho más alcance en el espacio, en el tiempo, incluso en la época y no funcionaron, creo que por la lejanía que tenía con el material.

-Que la que asuma la responsabilidad en los cuidados en la familia sea la hermana no es casualidad...

-Basta con observar con la mirada un poco despierta para darse cuenta que la mayor parte de la carga de los cuidados la llevan fundamentalmente mujeres. Yo he puesto a Isabel en esa posición para retratar esa dimensión pero para que su hermano hombre se retratara y para que se diera cuenta que no estaba haciendo lo que tenía que hacer. Es una cuestión de justicia que se incorpore a esos cuidados, del reparto del tiempo, el descanso y la responsabilidad.

-La clave de su novela reside en la evolución de los personajes... Algo que se ve muy claro en el protagonista.

-Él parte de una situación de inconsciencia. No tenía la mirada entrenada y parte de su evolución tiene que ver con su toma de conciencia. En la novela, todos se ven obligados a convivir en unas circunstancias difíciles y cada uno toma conciencia de una cosa, del otro, del espacio... o de lo que estaba haciendo por exceso.

-¿Tendemos a minusvalorar la vida rural?

-Cada vez, la vida en los pueblos está siendo más visible. El que se dirija ahí desde una mirada urbana buscando un cambio de vida, creo que tiene mucha más información y mucha más carga de realidad de la que podía tener hace unos años donde predominaba el mito del bucolismo, esa cosa romántica de Doctor Alaska… Las ciudades expulsan a sus ciudadanos porque se hacen inabarcables.

-¿Está obsesionado con la muerte?

-Visibilizarla produce desconcierto en sociedades como la nuestra tan vitalistas y volcadas en la calle en las que apartar a la idea de la muerte es obligatorio, parece que la vida siempre va a ser joven y pujante. En los países anglosajones, los cementerios están dentro de las ciudades, la muerte está integrada en la vida de la gente. Yo pienso en la muerte con frecuencia como algo que sucede. ¿Tengo ganas de morirme? No pero tampoco puedo esconderme debajo de una alfombra, prefiero pensar que existe, eso me permite vivir el día a día con intensidad.