Tal y como era de prever, la presencia Alejandro Jodorowsky en Kosmópolis fue ayer la cita ineludible de la fiesta literaria. Y la más multitudinaria. Los organizadores del evento no recordaban nada igual. Ni siquiera Joaquín Sabina, en la primera edición, convocó tanta parroquia. El Hall Proteo estaba a rebosar, e igualmente completos el auditorio y una pantalla adicional en la sala. Se trataba de oír la buena nueva, pues la participación de este chileno afincado en Francia, tuvo más de sermón de la montaña que de conferencia literaria al uso.

Jodorowsky, 75 años, es un prodigioso encantador de serpientes que ha circulado por el teatro, el cine, el cómic y la literatura con las armas más peregrinas y un salvaje aliento poético, pero es también --aunque él no quiera reconocerlo-- un gurú espiritual que se vale de una mezcla de psicoanálisis y chamanismo, filtrado por un transgresor sentido del humor. Dejando las creencias a un lado. También es un hombre espectáculo. Un comunicador arrollador.

EL TAROT

Anoche enlazó cuentos sufís, con historias propias y mínimas, chistes zafios y parabolas aparentemente sencillas. Anunció que su próximo libro está inspirado en el tarot, una de las fuentes de su actual sabiduría --"me interesan las cosas despreciadas, no las despreciables". Quizá por ello declaró su amor por Silver Kane --el escritor de novelas baratas del Oeste-- "mucho mejor que Vargas Llosa", opinión que despertó grandes risas y aplausos en el auditorio y la única referencia literaria de la noche.

El objetivo de los relatos y sus respectivos mensajes condujeron a la fórmula perfecta de la realización personal: "Silencio, paz, satisfacción (satisfacción sexual, por supuesto) y agradecimiento", por si la receta no fuera suficiente en los últimos minutos se abrió el turno a las preguntas y aquello se convirtió en un consultorio espiritual. Rodeado de risas cómplices, el gurú también tuvo que enfrentarse a alguna crítica. Alguien del respetable le llamó "embaucador", pero Jodorowsky, perro viejo, dio un hábil capotazo: "La palabra es la más alta manifestación del sistema nervioso. Gracias a ella podemos agredir al otro y crearnos enfermedades, por eso deben dejar que la palabra sea una caricia" Poco después no tuvo la menor vergüenza en reconocer: "Creo en los charlatanes".