Considerado el cineasta clásico entre los clásicos y maestro entre los maestros, John Ford es el objeto de estudio del libro Tras la pista de John Ford , donde su autor, Joseph McBride, habla de este hombre que fue terriblemente infeliz en su vida privada y buscó en el cine ese mundo mítico en el que se sentía cómodo.

Joseph McBride, especialista en el mundo del cine, estaba tras la pista de Ford desde 1970 cuando logró un encuentro con el autor de Centauros del desierto , pero no consiguió extraerle apenas información, dado el desprecio que el cineasta sentía por la prensa. Durante tres décadas, McBride se entrevistó con gente que conoció y trabajó con él. El resultado es Tras la pista de John Ford (T&B Editores), considerada la biografía definitiva del genio del celuloide, de la que se desprende la imagen de un hombre que hizo cine para escapar de la realidad, para construir en el cine el mundo mítico en el que se sentía cómodo. "Buscaba recrear un mundo en el que le gustaría vivir pero que no vivió", señaló Josep Escarré, traductor del libro.

McBride también despeja algunas lagunas y mentiras generadas sobre la vida de John Ford, hombre que odiaba hablar de sí mismo y era dado a crear leyendas sobre su vida.

De ascendencia irlandesa, Ford no fue el primer miembro de su familia en dedicarse al cine; un hermano mayor huyó de casa para ir a trabajar en Broadway primero y en Hollywood después. La familia lo descubrió cuando fue al cine y le vio en la pantalla. Este hermano fue quien abrió las puertas del cine al joven John, pero no sin antes hacerle empezar desde abajo, de chico de los recados o de la limpieza.

El séptimo arte descubrió a John Ford cuando le encargaron sustituir a un director borracho que tenía que rodar un espectáculo de indios y vaqueros. Se quedaron todos impresionados y el cineasta pasó a hacer muchas peliculitas, tipo seriales de quince minutos por entregas. Hasta que llegó El caballo de hierro , la película muda que le dio el éxito y lo convirtió, señala Escarré, "en uno de los directores de primera línea, innovador del western, tanto en el ritmo como en la narrativa".

El cine era el refugio que Ford encontró para escapar de su vida. "Tenía un carácter muy difícil --dice Escarré-- y, aunque daba mucho valor a la familia, era incapaz de construir esa familia ideal con la que soñaba". Por eso su familia estaba en el cine, ya que él se rodeaba siempre de actores fieles y guionistas asiduos y con ellos se iba de juerga.

AMANTE DE LAS JUERGAS

Juergas a bordo de su yate, donde llegaban a beber tanto que no era raro que alguno acabara en la cárcel. Pero todo esto una vez acabado el rodaje; durante el mismo, todo el equipo tenía prohibida la bebida y Ford se encargaba de castigar duramente a quien infringiera esta norma.

La Diligencia fue un paso más en su carrera hacia el éxito, que mantuvo siempre en el más alto nivel con filmes como El hombre que mató a Liverty Valance, Pasión de los fuertes o El hombre tranquilo .

Pero John Ford era también una máscara. Un hombre que temía darse a conocer y se escondía bajo una imagen de ogro, de hombre hosco, que sólo era, dice Escarré "su escudo protector". Un escudo que asustaba a muchos y que hizo padecer más de una vez a John Wayne, a quien Ford, "maltrataba porque le consideraba un poco inculto y muy patoso a la hora de actuar. Aunque, con los años, consiguió que se convirtiera en el icono del western por antonomasia".