--La arrogancia de los vencedores, la Guardia Civil, los jornaleros representando un fusilamiento como si fuera un auto sacramental... ¿Era inevitable que Veinte años y un día se escribiera en castellano?

--Bueno, inevitable, no sé. A fin de cuentas, todo se puede escribir en cualquier idioma. Este libro es el reflejo tardío de una vivencia que yo he tenido en español. Y cuando recuerdo eso, me salen las frases de Domingo Dominguín, que me contó la historia, o la de Javier Pradera, o de alguno de los personajes del libro, en castellano. también es un desafío que me hago a mí mismo. Me considero un español que escribe en francés y tenía ganas de demostrarme que sé escribir en castellano.

--¿No es también una forma de rendir cuentas a su propia historia de español de nacimiento, pero también comunista clandestino aquí y más tarde ministro socialista en España?.

--Estoy de acuerdo, en lo de rendir cuentas, (no en el sentido de saldar o ajustar cuentas) sino en el de reinsertarme en una historia española. Creo que estamos en un momento interesante en que la democracia está consolidada, ya no hay riesgos inminentes y podemos dejar que la memoria reaparezca, sin que cree el peligro de ser como una bomba.

--¿Pesaba mucho en España esa censura tácita sobre la memoria, quizá?

--No se puede decir que fuera censura, sino autocensura. Porque nuestra transición la hemos hecho con amnistía y amnesia.

--Pero la memoria individual, a veces, hace daños irreparables. Primo Levi no soportó el hecho de sobrevivir a los campos de concentración, culpabilizado. ¿Ha sentido usted algo así?

--Yo nunca he tenido esa mala conciencia ni la tendrá nunca. Pero quizá en el caso de Levi hay una circunstancia peculiar. El era judío y aunque fue detenido no como tal, sino como resistente, luego se incorporó a esa experiencia judía en los campos nazis. Ahí se puede comprender la culpabilidad, porque había una matanza gigantesca. Y él lo dice alguna vez: Los que hemos sobrevivido por suerte, nunca podemos olvidar que somos muy pocos y que la mayor parte ha muerto. Mi experiencia como deportado político y resistente es un poco diferente. No siento como un mérito propio haber sobrevivido. pero tampoco lo veo como un crimen.

--¿Creyó usted, como Adorno, que la humanidad entera, o la razón, quedaba derrotada?

--No, no, no. La Humanidad no quedó derrotada. Adorno dijo que no se podría en adelante escribir poesía. Paul Celan, que era un gran poeta, lo desmintió. Lo que sí es cierto es que la mirada poética o la narración no pueden ya ser igual que antes. Algo de esa experiencia transita por nuestras narraciones.

--Usted ha señalado que los ideales religiosos y/o políticos ayudaban a resistir en aquellas circunstancias extremas de Buchenwald

--Eso es una comprobación factual que ha hecho mucha gente. Tener una fe política o religiosa (digo fe a posta, en el sentido de tener una ilusión), ayudaba a sobrevivir.

--¿Dónde sujetar esa ilusión ahora, en que los grandes discursos ya no alimentan la fe?

--Primo Levi decía que para resistir en los campos de concentración había que ser joven, estar muy sano y tener mucha curiosidad. Curiosidad por lo que está pasando, por lo que se puede hacer; por ver hasta dónde llegan las cosas. Y esa curiosidad es lo contrario de la apatía, de la resignación. Esa curiosidad intelectual o existencial ayuda mucho.

--¿Ayuda como motor de cambio o de transformación?

--Ya no se persiguen los objetivos con ese comunismo de antaño, que fue un fracaso sangriento y total. Pero el enemigo es el mismo: la injusticia, la falta de solidaridad, el engaño, la corrupción moral y otros. Hay que luchar contra eso aunque sea con otros métodos.

--Usted, que vivió desde su prisión muy de cerca el desembarco de Normandía, nunca se consideró antinorteamericano. Les consideró como unos salvadores ¿Tampoco es antinorteamericano ahora?

--No, porque a pesar de los neoconservadores y sus locuras, Estados Unidos es una democracia que puede acabar en pocos meses con un presidente que es nefasto. Creo que la crítica a Bush se puede hacer desde el punto de vista proamericano. Necesitamos a América y una América sin Bush.

--A sus 80 años, ¿cree que ha logrado un distanciamiento irónico del siglo XX?

--Yo creo que sí. Lo cual no quiere decir que uno sea ni resignado ni escéptico. Se hacen las cosas con una cierta distancia. Ya no hay aquella ilusión cegadora de la juventud.