Jorge Zepeda ganó el Planeta con su segunda novela titulada Milena o el fémur más bello del mundo, una historia protagonizada por una joven croata convertida en prostituta de lujo por las redes mafiosas rusas y ucranianas que operan en Marbella.

--Su novela transita por varios niveles, y en el de la corrupción y la prostitución deja claro que es un fenómeno transnacional que traspasa a los estados...

--La intención de significarla en varios países era eso, porque la globalización ha convertido en planetaria cualquier actividad que hagamos y, en particular, esto que tiene que ver con el crimen organizado y las mafias, sea de la piratería, del tráfico de personas, de drogas, tráfico de armas... La corrupción misma es algo que no sucede en el ámbito de una comarca, el lavado de dinero tiene lugar en cualquier zona. El político que se corrompe acaba comprando un pisito en algún lado, metiendo el dinero en las Islas Caimán, en Suiza... todo esto ya es transnacional.

--Milena es una joven que se ve metida en esa vorágine de la trata de blancas pero el libro deja claro que toda esta situación está alentada por los propios ciudadanos de a pie.

--Eso es importantísimo. La corrupción misma con temas como la trata de personas desde luego que tiene que ver con todos nosotros. La recriminación de Milena, al principio, cuando es capturada con 16 o 17 años, va dirigida a los proxenetas que se dedican al asunto que son sus verdugos pero con el tiempo se va dando cuenta de que ella es en realidad una pieza de un engranaje mucho mayor que es la industria del sexo. Y que ella existe para satisfacer finalmente al que la financia, el hombre de a pie, este vecino, pariente, compañero de trabajo que lo hace casi como un acto aceptable, asumiendo que con sus euros está justificando algo que, en realidad, es muy reprobable y, en el fondo, él no querría que en la posición de Milena estuviera la hermana de uno.

--¿Es una denuncia del mercantilismo de esta sociedad que hemos construido entre todos?

--Solo así se entiende la fuerza que ha venido adquiriendo la corrupción. No es casual lo de estos escándalos que descubren los españoles semana tras semana. Donde se pone la lupa, aparece una pequeña o gran infamia y no es muy distinto, en el fondo, de lo que está sucediendo en cualquier otro país. Y esto me parece tiene que ver con el hecho de la globalización. Si bien la corrupción es un fenómeno tan antiguo como la humanidad misma, lo que estamos viviendo hoy en día tiene que ver con esta proliferación de criterios culturales que, en efecto, premian el cinismo o el oportunismo. Aquel que vive austeramente, que no se enriquece, es visto casi como un fracasado. Esta nueva cultura mercantil ha proliferado de tal manera que ahora cada político siente que debe enriquecerse de alguna forma porque tiene derecho.

--Aunque se ha hecho hincapié en que es una novela denuncia, yo diría que es ante todo una novela de personajes, ¿usted también lo cree así?

--Qué bueno que reivindiques este aspecto porque la denuncia es un efecto secundario. Yo me planteaba hacer una novela de personajes, de misterios, efectiva, que te atrape, que los personajes te resulten entrañables, sus diálogos, el alma que van revelando... porque cuando uno intenta un discurso político a través de la literatura acaba haciendo una muy mala novela. Principalmente, a mí lo que me interesaba era esa explotación de la condición humana cuando se encuentra en situaciones límite y, desde luego, lo que vive Milena la coloca en esta tesitura.

--¿Cuál cree que es el principal valor de su novela?

--Tiene que ver con esta profundidad de estos personajes y el hecho de que es una novela coral. Se va contando la historia de Milena a través de las vicisitudes de ella misma en parte y de los que la van rodeando de tal manera que el lector acabe identificándose con uno u otro de estos personajes que van entrando en escena y que algunos de ellos son difíciles de olvidar.

--¿Qué ha aportado su periodismo a esta novela?

--Muchísimo. En términos de técnica narrativa, trabajo en describir situaciones, hechos, tramas de la vida real y hay que hacerlo con un lenguaje eficaz y directo que comunique. Estos rasgos han sido muy útiles a la hora de ficcionar.