A José Luis Borau, uno de los más excéntricos creadores que ha dado la cinematografía española, le gusta decir que no se gusta en absoluto. Así que en la presentación de Navidad, horrible Navidad (Editorial Ocho y medio), su segundo libro de relatos, tras su debut literario el pasado verano con Camisas de once varas, también volvió a repetirlo para alborozo de la concurrencia durante la presentación de la obra en Barcelona y que se lo tomó como una coquetería más.

"No, en serio, --seguía José Luis Borau con maneras de niño malo-- a mí me pasa conmigo mismo lo que a la gente cuando escucha su voz grabada. Si por casualidad voy a hacer pipí y me veo en un espejo siempre me sorprendo desagradablente porque no me espero", decía compungido el cineasta mientras el auditorio estallaba en risas. "Soy un error de casting", apostilló.

El público, cinéfilos, muchos amigos y una prima suya, además de las realizadoras Isabel Coixet y Rosa Verg¨s que le presentaron el libro, aplaudían sus ocurrencias. Borau habló de su obra, según él, cadáveres resucitados de un baúl de historias que no llegaron a buen puerto cinematográfico, "pero que nada o muy poco tienen de cinematográficas y mucho menos de autobiográficas".

Y precisó, entre risas cómplices, que por supuesto él no era el trasunto de ninguno de sus cuentos, y mucho menos de ese Papá Noel que se dedica a violar ancianas en el relato Visita de Gallo . "Mi vida es un buñuelo de viento --comparó--, ni siquiera es triste".

Pero inevitablemente esa forma leve de decir cosas graves es la marca de la casa de unos relatos, cinco en total, que no exaltan el espíritu navideño y que mezclan horror y humor a partes iguales. "Sé que utilizó expresiones particulares pero las he heredado de mis padres que eran del siglo XVII", desveló con irónico orgullo.

PELICULA EN PROYECTO

Y ante el interés de la audiencia por saber qué es lo que un tipo tan aparentemente afable como él tenía en contra de las entrañables festividades navideñas, Borau se puso tranquilizador. "Nada en absoluto", resolvió para alivio de ingenuos y ancianitas y recordó las Navidades de sus siete años, en Zaragoza, en pleno estallido de la guerra civil. "Mi familia estaba deshecha, en mi casa mi padre y mi padre militaban cada uno en un bando pero guardaban las formas de una manera enfermiza. Pese a todo eran tiempo maravillosos. Los niños tienen ese recursos de sacar fascinación donde no la hay y la Navidad es una época perfecta para eso". La crítica de Borau se dirige más bien en contra de las Navidades presentes, "de ese feroz consumismo", que no comprende.

No todos fueron libros. Apuntó también el director su decisión de rodar una nueva película, Las hijas del Don, --en alusión al río ruso--, un drama jocoso "que por suerte no produciré yo", en cuyo guión está trabajando junto con Rafael Azcona y que empezará a rodar el próximo verano.

De momento, se siente cómodo en la literatura, donde ha sido bien recibido. Recientemente, para pasmo suyo, le dieron el premio Tigre Juan que distingue la primera obra de un autor. Y se muere de risa, con su risa de niño grande, pensando cómo debían sentirse los jóvenes autores cuando él fue a recibir el galardón a sus 74 años de nada.