--¿Qué cuenta la obra teatral Arte de las putas?

--Es una historia de amor poco convencional. Nos hemos inspirado libremente en una especie de poema que publicó Nicolás Fernández de Moratín en 1780. Los autores del siglo XVIII tenían una visión muy moderna de España y además de frecuentar los burdeles, les gustaba escribir sobre eso. Esa corriente la hemos rescatado para construir esta historia que la hemos traído a nuestra cotidianeidad y la hemos convertido en una historia de amor que justifica el recurso de temas que en principio no pertenecen al canon académico de la literatura.

-- Una y otra vez se rescatan o se da vueltas a temas clásicos, en este caso el sexo.

--El sexo es un tema eterno. El sexo no pasa de moda nunca pero no es fácil hablar de sexo en un escenario sino quieres caer en los típicos chistes. Nosotros queremos hablar de sexo ilustrado pero darle otro punto de vista. Los autores del siglo XVIII eran muy ingeniosos y divertidos pero eran tremendamente machistas. Nosotros hemos querido hacer un trabajo del que cualquier mujer pueda sentirse orgullosa.

-- De hecho, el texto original estuvo censurado, ¿qué buscan en esta nueva versión?

--El autor no se atrevió a publicar el texto con su nombre y permaneció mucho tiempo medio escondido. Su difusión, aun hoy en día, sigue siendo muy limitada. Los clásicos, hoy en día, es mucho más fácil vivirlos en el teatro que leerlos, y la obra está llena de alegría, de humor, de amor, de ternura, de canciones y de un sentido muy lúdico del sexo.

--¿Qué tal la experiencia en el rodaje de Altamira?

--Fantástica. Es una producción angloespañola que está dirigiendo Hugh Hudson y que está protagonizada por Antonio Banderas y unos actores ingleses de lujo como Nicholas Farrell, Rupert Everett, Henry Goodman y la iraní Golshifteh Farahani. Entre ese caudal de talento, tengo mi hueco haciendo un personaje secundario.

--¿Cuál es su personaje?

--Hago el párroco de la localidad donde vive la familia de Marcelino Sanz, que fue el descubridor de la cueva de Altamira. El descubrimiento significó una conmoción de la sociedad del siglo XIX porque contravenía toda la doctrina católica sobre el creacionismo y el génesis. Así, Marcelino tuvo que enfrentarse a la iglesia. Mi personaje es un humilde párroco que intenta equilibrar las difíciles relaciones entre la familia de Marcelino y la jerarquía de la iglesia católica.

--¿Es de la opinión de que cuando un actor trabaja en la gran pantalla, da el gran salto?

--No lo sé. Yo sé que no soy un actor mediático. He hecho televisión pero no es la parte de mi trabajo más conocida, he hecho teatro y cine y lo mismo. Cada cosa es un paso más que rompe una frontera, que es lo que a mi me interesa. El primer protagonista que hice en Madrid significó romper la frontera de trabajar en primera línea. Cuando hice mi primer trabajo en el Teatro Español con Aitana Sánchez Gijón fue otra frontera por trabajar con una gran figura. Mi primer personaje fijo en Amar es para siempre significó otro paso más. Y ahora, Altamira. El verdadero triunfo en mi oficio es seguir trabajando.

--La participación en esta superproducción, ¿es un paso para abrirse fronteras?

--Eso espero, que me dé más posibilidades de seguir trabajando. Lo más importante es la capacidad de adaptarse a los medios y soportes diferentes y ser competitivo en todos ellos.