La Calcografía Nacional de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando acoge desde ayer una muestra antológica dedicada al Premio Nacional de Arte Gráfico 2017, José Manuel Broto, un recorrido desde la «penumbra» que habitualmente se asocia con el grabado a la luz que distingue sobre todo su obra.

A escasos metros de donde cuelgan algunos de los trazos de Francisco de Goya en blanco y negro, con su «dramatismo» inherente, el visitante de esta exposición de 53 piezas descubrirá sin embargo un mundo «de color» y de búsqueda de «armonía», como destacó el propio homenajeado.

«Me siento muy agradecido por este premio tan valioso y, a la vez, muy honrado, orgulloso y abrumado por exponer casi en el mismo espacio que Goya», señaló Broto (Zaragoza, 1949), cuya obra difiere enormemente de la de su paisano o, sin irse tan lejos, de la del ganador de la convocatoria previa de este premio nacional, Manolo Millares.

Ese es precisamente uno de los puntos que ha destacó ayer en la presentación Juan Bordes, académico delegado de la Calcografía Nacional, sobre un artista que reúne «todos los méritos de los anteriores ganadores y, a la vez, una obra distinta y personal».

«El predominio del color no fue una decisión que tomé porque lo necesitara como efecto decorativo, sino como elemento estructural, como algo que conforma mi obra gráfica, igual que mis pinturas», explicó Broto, cuya producción cuelga en museos de todo el mundo, como el Reina Sofía de Madrid o The Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

El contagio existente entre esas dos vertientes de su trabajo, primero asociado al constructivismo y luego a la neoabstracción, fue precisamente otro de los rasgos que destacó el jurado que le otorgó el galardón de 2017, 22 años después de haber recibido ya el Premio Nacional de Artes Plásticas.

Antes de llegar a series tan importantes como Los vientos, realizada en el Taller Línea de Lanzarote, o Carlo Gesualdo, inspirada en el compositor italiano del siglo XVI, el visitante descubrirá además un espacio inicial de gran significado.

En él, con una especie de «álbum de recuerdo», se ha querido rendir homenaje al papel de los estampadores, «algo más que un colaborador o un transmisor», señaló Bordes, convencido de que de su diálogo con el artista surge la auténtica obra gráfica.

«El estampador es casi tan importante como el artista, en ocasiones con ideas muy aprovechables que los convierten casi en coautores», refrendó Broto, que quiere reconocer así la labor de colaboradores necesarios como Michael Woolworth, Perico Simón, Pepe Bofarull o Jorge y Dora Marsá.