INTERPRETE: Jonathan Gilad (piano)

OBRAS: Mozart, Beethoven y Schubert

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Lunes, 3 de mayo

ASISTENCIA: Media entrada

El Ciclo de Solistas del Auditorio nos deparó ayer una agradabilísima sorpresa con la presentación en Zaragoza del marsellés Jonathan Gilad. No es extraño encontrar pianistas de técnica sobresaliente a los veintipocos años, pero sí es raro de ver un joven que se atreva con un programa tan tradicional y le saque semejante partido. El recital de Gilad incluía dos páginas trilladas, dos conocidas y una rareza. La Patética de Beethoven y los Impromptus opus 90 de Schubert han sido escuchados hasta el hastío y muchos pianistas de primera fila huyen de ellos porque la memoria de grabaciones clásicas está en cabeza de todo oyente y es difícil competir con los maestros de antaño. La Sonata K.332 de Mozart (una página sobreabundante en ideas) y la Fantasía Wanderer de Schubert forman también parte del repertorio de base, quizá menos transitado, pero no menos arriesgado. Sólo la Fantasía en sol de Beethoven es rara avis : yo jamás la había visto programada.

¿Qué hace el joven Gilad con todo esto? Primero, dar una lección de articulación. Su ataque es perfecto, un poquito picado cuando hace falta resaltar la limpieza de escalas y arpegios. Además, presta gran atención a la calidad del sonido, logrando que cada acorde esté bien pulsado y buscando detalles de gran finura, más comunes a pianistas maduros que a alguien de su quinta. No hace nada extraño, pero se permite libertades que encajan en lecturas a medio camino entre el romanticismo y el clasicismo (el programa se enmarcaba en la transición vienesa entre ambos estilos), reteniendo algunas frases o añadiendo respiraciones en el interior de las líneas melódicas.

Mozart y Beethoven sonaron nítidos y cuidados. El lado más clasicista de la Patética fue predominante, en una versión más ligera que dramática. Los preciosos Impromptus de Schubert descollaron por la agilidad y ese toque casi vaporoso con el que se sucedían escalas y arpegios. Pero luego llegó la Wanderer y Gilad destapó la caja de los truenos, mostrando que su musicalidad está pareja con una técnica muy seria, ofreciendo una lectura contundente que combinó lirismo y vitalidad. Por algo este joven tiene la meteórica carrera que tiene a sus espaldas. De propina, uno de los íntimos Intermedios de Brahms, cantable al máximo. Magnífico.