--¿Bajo qué cielo mueren los protagonistas de su libro?

--Bajo el de Filipinas. El título hace alusión a un poema (Mi último adiós) de José Rizal, que escribe la noche antes de que fusilen al héroe filipino y la novela trata de gente que muere en Filipinas o que sobrevive pero con grandes penurias. Es la historia de la pérdida de Filipinas.

--Me refería más bien a si el título escondía alguna simbología...

--Efectivamente. Es la historia de gente que fue enviada allí no se sabe porqué ya que realmente estaban abandonados por su gobierno desde el principio y de gente que amaba Filipinas, españoles que vivían allí y que consideraban que aquella era su tierra.

--¿Ha querido recordar esa guerra olvidada?

--Toda la historia de la Filipinas española es muy desconocida, fue durante más de 300 años española y luego la perdimos y hoy en día casi ya no quedan lazos. Es el único país de la Hispanidad donde no se habla español y me atrevería a decir que de todos los que han sido parte del imperio español es el país con el que tenemos unas relaciones más difusas, más precarias y es una pena. Cuando vas allí y conoces a la gente te das cuenta de que tienen mucho que ver con nosotros a pesar de ser un lugar tan exótico y distante.

--¿Y por qué cree que se ha olvidado todo aquello?

--Hay razones que se explican bien. De todo el imperio español fue la tierra menos españolizada porque era la tierra menos rica. Y hubo una peculiaridad y es que realmente la conquista de Filipinas no se hace con las armas, la hacen los frailes que llegaron de la misión de Legazpi, fueron realmente los que civilizaron aquella tierra, la evangelizan y enseñan a los nativos a cultivar la tierra e incluso son ellos los que se hacen cargo de la administración. Los frailes evangelizan las lenguas indígenas pero no imponen el español. El español hoy es una lengua residual que casi no habla nadie. Lo que mantiene proximidad con nosotros es la religión ya que la católica sigue siendo mayoritaria.

--Y ahí encajaba su novela...

--Es una tierra muy interesante y me apetecía hacer una novela de aventuras, escribir una novela con un transfondo propio de ellas más allá de que luego se hablase de otros temas, también políticos, religiosos, culturales, bélicos, pero está ese fondo de novela de aventuras.

--Si uno ve la portada parece más una novela histórica...

--Lo es en su trasfondo pero no pretende serlo aunque se trata de cuestiones que son históricas. Se mezclan personajes históricos con ficticios, hay historias inventadas, personajes que los integro en acontencimientos históricos que no existieron. No pretende ser una novela histórica de fidelidad máxima. Es un poco lo que hacía el autor del oema de Mío Cid, a partir de unos hechos históricos inventa una peripecia.

--¿Cómo fue la construcción de esos personajes?

--Fantaseo muchos con ellos porque hay muy pocos datos incluso sobre los personajes históricos. Por ejemplo, el teniente Martín Cerezo acababa de perder a su mujer y al hijo que van a tener y, a partir de ahí, le creo una personalidad atormentada por esa cuestión. Con muy pocos datos elaboro un personaje. Me he sentido muy libre. Es una novela sobre todo de personajes. En la juventud le das mucha importancia a la forma y te deslumbra mucho el tratamiento literario de las historias y a medida que te haces viejo le das cada vez más importancia a los personajes. Creo que tiene que ver con un cierto desencanto de los aspectos puramente formales y con una mayor implicación vital en lo que escribes, atesoras más experiencias y eso te permite darle a los personajes más vida.

--Hay incluso un paralelismo con la actualidad...

--La Restauración y la Transición tienen mucho que ver, son fenómenos políticos muy semejantes con antecedentes similares, las guerras carlistas y la guerra civil. Hay un intento de cerrar las heridas pero que se cierran en falso. En el caso de la restauración con ese régimen de alternancia entre liberales y conservadores que deja fuera a mucha gente. Al final, la transición es lo mismo, no es una alternancia férrea como aquella pero se ha convertido en un bipartidismo, en oligarquías que comparten los mismos intereses y eso implica dejar mucha gente fuera. El fenómenos Podemos no deja de ser algo de gente descontenta, que está harta de quedarse fuera. Tienen muchas similitudes y creo que estas guerras tienen un componente semejante a lo que pueda ser hoy la crisis económica. Antes a la gente la dejabas tirada mandándola a pelear a Cuba o a Filipinas y hoy la dejas tirada dejándola sin trabajo, con un sueldo muy precario. Son épocas muy semejantes y que nacen con el signo del fracaso bajo una apariencia rutilante llevan el veneno del fracaso en él.