Su primera película, 'El día más feliz en la vida de Olli Maki', recrea la historia real de un boxeador finlandés que en 1962 compitió para ser campeón del mundo. Premiada en el pasado festival de Cannes, es menos una historia sobre boxeo que un relato lleno de humor y romanticismo sobre la manipulación mediática y la creación de falsos héroes.

¿Por qué le interesó contar la historia de un boxeador que no está interesado en ganar? Porque esa contradicción me pareció muy interesante, casi cómica: la gente estaba obsesionada por convertir a Olli en un héroe, y en cambio él estaba seguro de que no tenía opciones de ganar el combate. Se vio en medio de un circo publicitario y se sintió como un impostor, porque la imagen que se proyectaba de él era falsa. Mi película es un relato de boxeo raro, pero es lógico: es cine de autor finlandés. De hecho, mi intención no fue hacer una película de boxeo.

En ese caso, quizá no debería haber escogido a un boxeador como protagonista. Pero es que Olli Maki me parece un personaje fascinante, y da la casualidad de que era boxeador. Creo que mi película tiene más que ver con esos romances melancólicos que se hacían en Francia durante los años de la 'nouvelle vague' que a 'Toro salvaje'. Su gran asunto, al fin y al cabo, es lo absorbente y cegador que enamorarse puede llegar a ser.

¿En qué medida quiso usar la película para explorar, o poner en cuestión, el significado del éxito? Olli Maki acumuló muchos triunfos a lo largo de su carrera, y por eso mucha gente se sorprendió de que yo quisiera hablar de su peor derrota. Pero Olli amaba el boxeo por su belleza como deporte, no porque le fuera a dar la fama. Él solo quería disfrutar boxeando y, curiosamente, cuanto más se acercaba a encajar en la idea que los demás tenían del éxito menos disfrutaba. En nuestra sociedad vivimos obsesionados por ser el mejor. A quien no gana se le llama perdedor, y eso da miedo. Es un tema que me toca muy de cerca.

¿En qué sentido? Yo viví una experiencia parecida a la de Olli. Se te da una gran oportunidad para lograr algo y de repente la gente pone en ti una serie de expectativas que en realidad no se corresponden con tus aspiraciones y objetivos personales. Hace años hice un corto, 'The Painting Sellers', que fue premiado en Cannes, así que cuando empecé a rodar mi primer largo la prensa de mi país se refería a mí como "el futuro del cine finlandés". Y yo no quería ser eso. Me sentía perdido. Me di cuenta de que estaba intentando hacer la película que querían los demás y no la que quería yo. Por suerte encontré la historia de Olli, y me pareció la metáfora perfecta de mi vida.

Sobre el papel, la historia de Olli Maki puede resultar triste y hasta trágica. ¿Por qué decidió usted adoptar un tono más bien cómico? Me apetecía hacer a la gente sonreír. Quizá no sea lo más responsable considerando los tiempos que corren. O quizá sonreír es lo que la gente necesita ahora, no sé. Lo que sí sé es que cuando veo películas me molesta que me hagan llorar. Es decir, me gustan las historias que me conmueven, pero no las que me dicen lo que tengo que sentir.

Su película relata el día en que Olli Maki sufrió la más humillante de las derrotas. ¿Podría explicar su título? Fue el propio Olli quien describió ese día como el más feliz. Las películas nos suelen vender la felicidad como algo muy específico y que de ningún modo está asociado a la derrota. Mi experiencia personal me dice que la felicidad nunca responde a esos conceptos preprogramados. A mí se me han cumplido varios sueños, pero cada vez que eso sucedió me quedé absolutamente igual; no sentí nada. Supongo que debería buscar la felicidad en otros lados.