NACIO EN VEGAMIAN (LEON), EL 28 DE MARZO DE 1955

OBRAS ´LA LENTITUD DE LOS BUEYES´, ´LA LLUVIA AMARILLA´, ´LUNA DE LOBOS´, ´EN MITAD DE NINGUNA PARTE´, ´TRAS-OS-MONTES´, ´NADIE ESCUCHA´ O ´EL RIO DEL OLVIDO´, ENTRE OTRAS. AYER PARTICIPO EN EL CICLO ´INVITACION A LA LECTURA´, ORGANIZADO POR EL AREA DE PARTICIPACION CIUDADANA DEL AYUNTAMIENTO DE ZARAGOZA Y EL GOBIERNO DE ARAGON

--Usted es un escritor versátil, que ha cultivado tanto la ficción como el periodismo y la poesía. ¿En qué genero se siente más cómodo?

--Depende. Siempre he cultivado un periodismo en el que hablo de las cosas cotidianas que ocurren, y sin embargo, cuando escribo novela me voy más por los cerros de la memoria. Seguramente es verdad aquello que decía alguien acerca de que el periodismo y la literatura son dos caras de la misma moneda. A veces, para lo que quieres contar te sirve mejor un texto periodístico, o un reportaje, y otras necesitas un largo aliento, como en una novela de 300 páginas.

--¿Pero no tiene un género preferido?

--No; a mí lo que me gusta es escribir y, como dicen los flamencos, tocar todos los palos. Depende del estado de ánimo que tenga, y del tema que quiera abordar, para escribir un libro de viajes, una novela, un reportaje periodístico...

--No obstante, por los temas que trata tal vez el público tiene una imagen suya como escritor de estilo melancólico.

--Sí, pero yo creo que soy como todas las personas, es decir, contradictorio. Por eso, hay una parte mía de melancolía, que sale más en los libros largos y las novelas, y otra parte más vital, más socarrona e irónica, que aparece más en mis libros de viajes o los cuentos. Siempre es difícil definirse a uno mismo, pero creo que soy una persona que engaño mucho, tanto cuando escribo como cuando vivo.

--Entonces, ¿no es usted tan serio como parece?

--La gente se decepciona mucho cuando me conoce porque piensa que soy un personaje de La lluvia amarilla . Y aunque sí que hay algo de mí en la novela, en la vida real no tengo nada que ver con ella, por lo menos linealmente.

--¿Y qué queda ahora de La lluvia amarilla?

--La lluvia amarilla, que es una metáfora del paso del tiempo, sigue cayendo todos los días, basta recorrer un poco el país, tanto en el sentido literal como en el metafórico. Yo cada vez tengo más claro que San Agustín no andaba desencaminado cuando se preguntaba si no será Dios el tiempo.

--Pero, en estos momentos, ¿cree que es mejor fijarse en la actualidad, o volver la vista hacia la memoria?

--Cada uno debe tirar por donde le parezca. De todos modos, la actualidad no es más que el último instante del pasado y de nuestra memoria. Lo que está ocurriendo hoy, mañana ya será memoria. Hay que tener en cuenta que uno, cuando escribe, no sólo está manejando palabras, sino también tiempo, y el tiempo se nutre de recuerdos, de impresiones y de emociones. Eso es lo que llamamos memoria, y es imposible escribir sin mirar hacia atrás.

--Usted ha venido a Zaragoza para participar en el ciclo de Invitación a la lectura. ¿Tiene algún consejo para fomentar esa invitación?

--Yo pienso que el que sabe recibir un consejo, sea bueno o malo, no necesita consejos. Por eso, yo no estoy aquí para aconsejar a nadie, y creo que la gente tiene que leer si le apetece, y si no le apetece, pues no. Lo que no debe hacerse es sacralizar la literatura, ni culpabilizar a quien no lee. Lo mejor que se puede hacer es elevar la literatura a la categoría de normal , como cualquier otra cosa. Es cierto que quien pasa su vida sin leer nada se pierde muchas cosas, pero lo mismo sucede con otras experiencias, como viajar, o tener hijos.