¿Cómo encapsular la convulsa vida de Mandela en dos horas y media? Esta es la tarea a la que se ha enfrentado el director británico Justin Chadwick, y el resultado es su tercera película, Mandela: del mito al hombre. En ella, captura al líder antiapartheid desde su infancia hasta 1995, cuando aceptó la presidencia de Sudáfrica. Durante el pasado Festival de Toronto --antes de la muerte de Mandela--, Chadwick nos habló de cuánto admira a su objeto de estudio.

--Acerca de Mandela todo el mundo tiene su propia idea en la cabeza. A la hora de hacer una película sobre él, ¿eso fue una ventaja o un inconveniente?

--Fue un reto. Mandela nunca quiso ser recordado como un santo, sino simplemente como un hombre, por eso quise alejarme del estereotipo. Cuando pensamos en él lo hacemos en ese hombre de pelo blanco y semblante cándido, pero entre las pocas fotos que hay de él cuando era joven encontré algunas en las que aparece practicando el boxeo. Todos sabemos que Mandela fue un gran líder político, pero también era un tipo a quien le gustaba disfrutar de los coches, la ropa y las mujeres. También descubrí que ya de joven tenía ese carisma: entraba en una habitación y con su mera presencia la iluminaba como una estrella.

--Al recrear la vida de un hombre para la pantalla, es inevitable tomarse ciertas libertades en pos del drama. ¿Se tomó usted muchas con la de Mandela?

--No. Lo más importante para mí fue precisamente no ofrecer mi propia interpretación. Mi cometido era ser fiel a Mandela y su familia y todos los personajes a quienes retrataba. Muchas de las personas con quienes hablé para preparar la película conocieron a Mandela personalmente, de hecho muchos de los extras que utilizamos habían sido testigos de primera mano de los acontecimientos que el filme recrea, así que hemos ido más allá de lo que cuentan los libros.

--¿Qué ha aprendido de Mandela gracias a esta película?

--Mandela fue un modelo no solo para su país sino para todo el mundo. Se mantuvo fiel a una serie de ideales en los que creía, a pesar de que al hacerlo lo perdió casi todo. Le arrebataron su libertad, su casa y su tierra, lo alejaron de su familia, y aun así nunca, ni siquiera después de tres décadas de encarcelamiento, perdió su capacidad para el perdón. Esa fuerza me parece increíble. Mandela supo entender que la única forma de dejar atrás la barbarie es a través del perdón y el amor.

--Las películas biográficas son un género sobreexplotado. ¿Es todavía posible acercarse a él de un modo novedoso?

--Al menos yo lo he intentado. Los ingleses solemos comparar los biopics y las películas de época con las espinacas: te las comes porque sabes que te aportan alimento, aunque no tengan muy buen sabor. Pero ir al cine resulta cada vez más caro, así que quisimos ofrecerle al público una experiencia épica, visceral y emocional, y no simplemente un enorme plato de espinacas. Tomé como referentes películas de cine serio pero también muy entretenido que puede competir con cualquier producción de Hollywood. Por eso la película tiene escenas de acción y persecuciones, pero nunca pierde de vista la verdad.

--Usted procede del mundo de la televisión. ¿En qué le influyó a la hora de rodar esta película?

--A ser rápido y no perder tiempo repitiendo tomas una y otra vez. Muchos directores británicos nos hemos curtido en la televisión porque en mi país hay mucha tradición, y los equipos de rodaje están llenos de gente con talento. Para soportar el ritmo que la tele exige tienes que rodar un episodio en Tres días. Yo no rodé Mandela a esa velocidad, pero quise aplicar la misma lógica de trabajo.