Hay sensación de vacío, de extravío, de final de los tiempos. A modo de medicina, la experta en religiones comparadas Karen Armstrong (Worcestershire, Inglaterra, 1947), Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2017, recomienda desempolvar los textos sagrados y hacer una lectura imaginativa. En 'El arte perdido de las Escrituras' (Paidós) muestra su poder subversivo.

--Dios es...No lo sabemos.

--Empezamos bien.De niña, en catequesis me dijeron que era "el Espíritu Supremo, que existe por sí mismo y cuyas perfecciones son infinitas". ¡Error!

--¿Dónde está el error?

--Cuando intentamos definirlo, lo reducimos a la escala del cerebro humano. Brahma dijo que Dios es "todo lo que existe"; Confucio, que el cielo, la humanidad y la naturaleza forman una tríada sagrada que debe trabajar al unísono. Lo divino está en todas partes. Lo atraviesa todo.

--¿Y si no existe? ¿Y si es una fantasía consoladora?

--El hallazgo del 'Hombre León' de marfil en la cueva de Stadel (Alemania) demuestra que desde hace al menos 40.000 años el hombre manifiesta un apetito instintivo de trascendencia. Y la neurociencia ha descubierto que, aunque no tenemos un 'punto divino' en el cerebro que aloje la sensación de lo sagrado, el hemisferio derecho es esencial para la creación de poesía, música y religión.

--Es creyente, imagino.

--Creer no es lo importante. La religión no va de creer, sino de hacer.

--Hubo un tiempo en que fue monja.

--Entré en la Society of the Holy Child Jesus en 1962, a los 17 años. Con todos los conflictos propios de la adolescencia a cuestas, pensé que me convertiría en una santa sabia y serena.

--Y no.

--Era incapaz de rezar. No podía hablar con Dios. Solo me recuerdo fregando y cocinando. Dejé los hábitos a los 24 años, exhausta y con una gran hostilidad hacia la doctrina católica.

--Pues se ha convertido en una autoridad en religiones.

--En un viaje a Jerusalén para rodar un programa de televisión sobre San Pablo financiado por una productora israelí, descubrí en el judaísmo y en el islam aspectos muy liberadores.

--Cuente, cuente.

--El judaísmo no deja de formularse preguntas, no da nada por sentado. Y el islam considera que Dios es demasiado grande como para estar encapsulado en un solo credo, no excluye a los otros.

--¿Qué rescata de todas las tradiciones?

--Todas formulan la regla de oro: "No hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti". El Corán, por ejemplo, dice que no está bien amasar una fortuna privada, que hay que compartir la riqueza.

--El poder terrenal la practica poco.

--Nunca los imperios construyeron sociedades justas. En Londres, el 25% de la población vive en la pobreza y no oigo a ningún líder religioso hablar sobre ello.

--Si entrara en el Vaticano, ¿qué gritaría?

--Abrid las puertas a todo el mundo! Depurad a los que han cometido abusos sexuales! Acabad con el celibato! O mejor, dejad el Vaticano, es un palacio!

--Dura, usted.

--Fantaseo de manera recurrente con llevar allí a Jesús. Imagino que volvería a atacar el Templo.

--Aun así, propone volver a los textos.

--Pero con una mirada nueva. Las Escrituras son un arte inventivo. Ibn Arabi, místico sufí del siglo XII, dijo que cada vez que se recita el Corán, debemos sentir algo distinto, que si no lo sentimos es que no lo recitamos bien.

--¿El éxito de series como 'Fleabag' o 'Mesías' denota que hay sed de fe?

--No creo. Ni siquiera mis amigos leen mis libros. Diría que hay un sentimiento de vacío. Los movimientos espirituales, como el 'mindfulness' o el yoga, se centran primero en el yo y después, en el yo también. Cuando nos ponemos en el centro, nos perdemos. Es imposible encontrar así la serenidad y la trascendencia.

--¿Entonces?

--Vivimos en una especie de burbuja de privilegios y los textos sagrados nos incitan a salir de ella y curar el dolor del mundo, a explorar con imaginación nuevas vías para llegar a la igualdad, el amor y la compasión. Jesús dijo que en el Reino entrarían no el que reza todo el tiempo, sino al que da de comer al hambriento y de beber al sediento. Cada uno debe encontrar su camino.

--¿Cuál es el suyo?

--Después de los atentados del 11-S, me propuse ayudar a Occidente a entender el islam. No me gusta volar, ni vivir en los hoteles, pero es lo que puedo hacer para aportar un poco de paz.

--¿Así experimenta lo sagrado?

--Es cuando estudio, sentada en mi escritorio, en lo alto de mi casita del siglo XVIII, en Islington, que experimento instantes de trascendencia.