«En Sevilla, en 1590, todas las religiones vivían en paz, y de repente Isabel II y Felipe I decidieron que había que echar a todo el mundo», afirma el finlandés Aki Kaurismäki, uno de los autores más queridos del cine europeo pero no necesariamente un analista político de primer orden. Sirvan sus palabras para poner en contexto el filme con el que opta al Oso de Oro. Mientras retrata a un refugiado sirio que trata de sobrevivir en Helsinki, The other side of hope no busca ser tomada en serio como retrato social, y la simpleza de su narrativa es manifiesta. Por otra parte, en ella Kaurismäki vuelve a hacer lo que se le da mejor: encadenar escenas en las que los personajes hacen cosas absurdas muy en serio, y usar esa comedia hierática para atiborrarnos de melancolía y amargura.

Difícilmente podrá acusársele de innovador pero, como suele decirse, si algo no está averiado no hay que repararlo. The other side of hope es la segunda entrega de una trilogía sobre el drama de los inmigrantes. «Querría cambiar el mundo, pero mis habilidades son limitadas -señala-. Así que intentaré cambiar Europa. Luego probaré con Asia». Aplauso.

Catherine Deneuve hace tantas películas al año que su presencia en los grandes festivales es inevitable. Su trabajo es una de las cosas destacables de Sage Femme, también presentada ayer a concurso. Mientras acompaña a una mujer de mediana edad enfrentada a un problema laboral, el principio de un romance y la enfermedad de una antigua madrastra, Martin Provost acaba echando a perder a base de sentimentalismo la capacidad de observación.