La ley del eterno retorno y la obsesión por crear grandes universos compartidos propician la reaparición del mítico King Kong en nuestras pantallas: Kong: la isla Calavera es la segunda entrega de MonsterVerse, una serie de películas de monstruos que, de momento, cuenta con Godzilla y King Kong como grandes astros.

El primer volumen fue el Godzilla, de Gareth Edwards, con el que la película de Jordan Voigt-Roberts comparte una imaginería cercana a Apocalypse now, aunque no el mismo aliento poético. En el 2019 llegará Godzilla: king of the monsters, y un año después, una (nueva) lucha del primate contra el kaiju: Godzilla vs. Kong.

Un hechizo especial

El King Kong del 2017 es notablemente más alto que el primero, el de 1933: a base de entrenarse para zurrar a Godzilla ha pasado de los 7,62 metros originales a casi 31. Pero no es superior al clásico. De hecho, ninguna de las versiones posteriores ha conseguido ni de lejos rozar la magia del filme de 1933, codirigido por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, gran éxito del primer cine sonoro. También en los 30 aspiraban a las franquicias, y poco menos de un año después llegó El hijo de Kong, con el monstruo sustituido por un vástago albino y medio afable. No tuvo demasiado éxito, así que pasó un tiempo hasta la vuelta de Kong, al menos con ese nombre. En 1949, el mismo Schoedsack dirigió El gran gorila, también con efectos de O’Brien. Hubo un remake en 1998, Mi gran amigo Joe, con el llorado Bill Paxton y Charlize Theron.

Los japoneses

Un año después de Konga, imitación british con científico loco por medio, Kong regresó de la mano del estudio japonés Toho, que organizó un primer King Kong contra Godzilla (1962). Cinco años después, King Kong se escapa mostraba al simio batallando contra… ¡sí mismo, en versión robot! Hablamos del Mechani-Kong, visto por primera vez en el cartoon de King Kong de la época.

Ya en los 70, fue un productor italiano, Dino de Laurentiis, quien resucitó a Kong en la que promovió como «¡La película original más excitante de todos los tiempos!» El gurú de los efectos especiales de maquillaje Rick Baker se enfundó el traje de Kong, codiseñado por Carlo Rambaldi, el padre de E.T. Este gorila parecía especialmente movido por impulsos sexuales y no dudaba en quitarle el top a Jessica Lange.

Diez años después, en 1986, llegó la secuela, King Kong 2, que también pudo llamarse 2 King Kong. Había dos gorilas, uno macho y otro hembra. Otra vez eslogan triunfal del viejo Dino: «El mayor héroe de Estados Unidos ha vuelto… ¡Y no está contento!»

Casi dos décadas después (y tras un musical animado), Kong revivía en un proyecto verdaderamente ambicioso. ¿Casi demasiado? Peter Jackson (el director de la trilogía cinematográfica de El señor de los Anillos) rendía en su King Kong del 2005 un sincero homenaje al clásico de 1933, pero no podía evitar usar un lienzo más grande, más personajes, más todo. El filme, eso sí, ganó tres Oscar, todos de categorías técnicas.

En contrapartida, The Asylum, productora experta en plagios baratos, propuso ese mismo año la más concisa King of the lost world: 80 minutos de absurdo ultraje al Conan Doyle de El mundo perdido.