Si hay algo certero en este mundo, es que todos vamos a acabar pereciendo. Todos, en algún momento de nuestras vidas, reflexionamos sobre el fin de nuestra existencia y, conforme crecemos y nos hacemos viejos, más se reiteran estos pensamientos. Aurelio Arteta se encuentra en ese momento del camino y, dado su afán filosófico, no ha querido que sus cavilaciones caigan en saco roto, por lo que ha dejado constancia de ellas en su último libro, un ensayo titulado A fin de cuentas. Nuevo cuaderno de la vejez.

-¿Qué le aconsejaría sobre la vida a un joven de 20 años?

-Que se prepare para la vejez. No con miedo, pero que se prepare. Uno aprende mucho cuando se hace mayor y, sobre todo, hay que ser conscientes de que estamos llamados a morir. Sé que es algo que se convierte en escandaloso nada más pronunciarlo pero es así. Esto no es un libro de autoayuda, no es un libro complaciente.

<b>-¿Qué prejuicios suelen asimilarse con la vejez?

</b>-Uno de los tópicos mentirosos es pensar que todos los viejos son muy sabios. Eso es falso. Si uno de joven no aprovechó su tiempo para pensar y para estudiar, leer o discutir, de viejo será un bruto. Pero la vejez no es solamente algo tenebroso y negativo, ni mucho menos. La muerte tiene una parte no negativa, y es que si no supiéramos que vamos a morir, no aprovecharíamos la vida, no tendríamos expectativas. La autoconciencia de la muerte da sentido a la vida.

-Paradójico.

-Sí, pero es así. Me preocupa que engañemos a la gente a este respecto, que mintamos sobre la vejez tanto siendo muy positivos como demasiado negativos. No creo, por ejemplo, que no tengamos que esperar nada de los mayores. Hay que seguir exigiéndoles, entre otras cosas, que tengan capacidad para seguir gozando y no suponer que como son viejos ya lo han vivido todo y no pueden divertirse.

-¿Usted se considera viejo?

-Sí.

-¿Y cuándo se dio cuenta de ello?

-Hace muy poco, hará dos años o así, cuando me jubilé. No recuerdo qué, pero algo pasó para que sintiera que ya había entrado en esa etapa. Pero me gustaría introducir un matiz: afortunadamente, uno envejece realmente únicamente cuando le faltan proyectos y pasiones.

-¿Le da miedo morir?

-Como a ti y como a todos. Sí. La veo más próxima que tú, por eso puede que lo piense más. Es algo que nos da mucho miedo: simplemente por mencionar a la muerte te tachan de aguafiestas y no tendría que ser así, porque la muerte es una parte importante de la riqueza del ser humano.

-Usted menciona en su libro que cada día morimos un poco.

-Sí, es una obviedad, pero me resulta interesante decirlo porque tendemos a pensar que la muerte está al final y no. Ramón Andrés ya decía que la muerte está en el centro, porque nos puede dar un sentido y unos acicates para vivir mayores que nada.

<b>-Otra de sus reflexiones las dedica al aspecto físico. Cuenta que llega un día en el que uno se da cuenta de que…

</b>-De que eres un horror (ríe). No es tan repentino como presupones de todas formas, pero sí que hay momentos puntuales en los que te das cuenta de lo que has perdido. De todas formas, no hay por qué añorar estos aspectos de la juventud siempre que sigas queriendo aprender. La vejez puede ser la peor época de la vida pero porque es la más cercana a la muerte. Después de cada etapa siempre viene otra, hasta la última, cuando se da el salto a la no edad. Vivir es un constante morir.

<b>-¿No resulta un poco obsesivo este pensamiento?</b>

-Puede ser, sí; admitiría esa posibilidad. No quiero hundirte, pero tampoco engañarte.

<b>-¿Cómo serán los viejos del futuro?</b>

-No lo sé.