Nuevo fotógrafo oficial de dos importantes certámenes cinematográficos -el de San Sebastián y Marsella-, Jorge Fuembuena (Zaragoza, 1979) acaba de presentar su obra en tres festivales de artes visuales y fotografía internacionales -en Atenas (Grecia), Lodz (Polonia) y PhotoEspaña, con dos exposiciones y una conferencia- y esta semana mismo en Lituania, dentro del Festival Internacional Kaunas Photo. Becario artista de la Casa de Velázquez, vive y trabaja entre Madrid y Nantes. Su trabajo ha obtenido numerosos reconocimientos -Generaciones Caja Madrid 2011, premio Foto-reportaje Arco 2010, premio Santa Isabel de Portugal de Fotografía (autor joven) 2008, entre otros-. El próximo 16 de septiembre inaugura una muestra colectiva en La Casa amarilla (c/ Paseo Sagasta, 72), titulada El paseo. Intervenir la ciudad.

-Acaba de confirmarse su selección como fotógrafo oficial del Festival de Cine de San Sebastián, que se celebra desde el 22 al 30 de septiembre, y del de Marsella. Aparte de trabajo, imagino que supone todo un reconocimiento a su trayectoria profesional.

-Es una enorme satisfacción, por el alcance y extensión de ambos. Suponen otros ritmos, otro tempo distinto al de mi trabajo de creación. Una mirada de registro y testimonio, de documentación y archivo que, finalmente, se convierte en una arqueología de la memoria del festival.

-Usted ya cuenta en su haber con numerosa cobertura en festivales de primer orden.

-A lo largo de la última década he mantenido una intensa relación con el universo del cine, durante los rodajes de películass como en la presentación de los mismas, que es cuando existe una respuesta por el espectador y se genera el diálogo necesario. Fue Nantes la ciudad que me ha visto crecer en el cine, tanto como persona como profesional. El cine me fascina. Resulta un interés fundamental en mi obra, ya que se mueve entre lo real y lo ficticio, entre la realidad y el deseo. El cine crea mundos posibles, universos imaginarios.

-¿Qué le dice el festival de San Sebastián, una de las mecas del séptimo arte?

-La ciudad, como el paisaje, son lugares simbólicos donde proyectamos nuestro deseo de conocer el mundo, desde un presente fluido. Da sentido a mi relación con el mundo. Mi ideas de viajar tienen mucho que ver con el desencanto, la ruptura, la libertad, la deriva. La visión fotográfica no es otra cosa que la búsqueda visual, el anhelo permanente de la curiosidad.

-Muchos son sus reportajes e instantáneas para el séptimo arte. ¿Cómo retratar el glamur del cine?

-El esquema es artista, medio de representación elegido y persona retratada. La cualidad ineludible de cualquier buen retratista es la empatía, el de la cuestión humana. Los retratados ante la mirada del que los contempla. El rostro establece un diálogo cuyo elemento clave es la mirada, el rostro convertido en mirada. Su formalización siempre es impredecible. Es un misterio en sí mismo.

-¿Qué valor añadido tiene la gente del cine a la hora de posar que no guardan otros profesionales de la cultura?

—Tal vez lo teatral, lo escénico, la comunicación no verbal en el control de sus apariencias, la borrosidad en los límites y patrones de representación, que se alejan de la convención social operante. Un paradigma ineludible sería el cliché de sonreír a la cámara.

-Además del cine y los festivales más próximos, ¿tiene otros proyectos y exposiciones en este comienzo de curso?

—Tengo en curso un proyecto personal de creación en torno al mundo de la tauromaquia, en torno a las interacciones. Es un ensayo y un acercamiento, simultáneamente reflexivo y poético, a la experiencia de desarrollar un proyecto en un entorno inestable e incierto.