La trovadora de Staten Island (Nueva York) finiquita esta semana en territorio español su gira de despedida de los escenarios. El último concierto de su carrera tendrá lugar esta noche en el Teatro Real de Madrid, después de haber pasado por San Sebastián, Sitges y Sant Feliu de Guíxols. Bajo el brazo trae no solo sus grandes clásicos, sino también las estupendas versiones del reciente Whistle down the wind.

-¿Entonces esta es, de verdad, su gira de despedida? Phil Collins anunció la suya en el 2004 y sigue haciendo bolos.

-(Risas; Baez se presenta jovial desde el primer minuto). Yo sé que lo será, se lo puedo asegurar. Es una cuestión de voz. Recuerdo haberle preguntado a mi primer profesor de canto, cuando tenía unos 30 años, «¿Cuándo debería dejar de cantar?». Y él me contestó: «Tu propia voz te lo dirá». Ya me lo ha dicho. Mantener la voz a punto es complicado, requiere esfuerzo. Y mis cuerdas vocales están algo cansadas.

-¿Por qué acaba su carrera en directo en Europa y, en concreto, España?

-Probablemente estaba escrito en las estrellas. Pero, hablando en términos prácticos, era lo que más convenía. Temas de agenda y de trayectos. Digamos que era el mejor país donde acabar por muchos motivos.

-¿Sabe ya cuál será la última canción de su último concierto, el de esta noche en Madrid? He leído que estaba pensando que fuese No nos moverán.

-Podría ser, pero estas cosas solo las sabes cuando estás allí. Lo sabré en el concierto. Porque otra opción es Gracias a la vida, que la gente adora.

-¿Por qué le llevó tanto tiempo lanzar un nuevo disco? [Entre Day after tomorrow y Whistle down the wind transcurrieron 10 años].

-Grabé el álbum porque iba a salir de gira, de última gira, y quería tener cosas nuevas para cantar. Creo que el disco tiene un halo de despedida muy apropiado. Al menos, eso pretendía mientras reunía canciones para versionar.

-¿Puede explicarnos el proceso de selección?

-Bueno, ante todo, tengo un gran manager [Mark Spector] que sabe lo que me gusta y me envió muchas posibilidades. Tuvo una gran paciencia conmigo. De cada cien, a lo mejor me quedaba con una. Algunas me llegaron por amigos. Otras las había descubierto yo.

-¿Qué tienen esas canciones elegidas que no tuvieran los cientos de otras?

-No sabría decirle. Fue un proceso más bien intuitivo. Simplemente, eran canciones que me gustaban y que sabía que podía querer cantar durante un tiempo. Después, con el tiempo, he caído en la cuenta de cómo reflejan mis preocupaciones actuales.

SEnDAnother world, de ANOHNI, por ejemplo, es una bella canción sobre su quizá principal preocupación hoy en día: el calentamiento global. O el fin del mundo.

-Sí, ese tema me habla más directamente que cualquier otro. Estoy muy preocupada por el cambio climático. Esa canción es dura, no tiene ninguna esperanza. Pero es que yo tampoco tengo muchas esperanzas con este tema.

-Yo tampoco. Con el desinterés por el planeta y el interés por la guerra, es como si estuviéramos ansiando la autodestrucción.

-Eso es lo que ha conducido al mundo al desastre: el ansia de poder, de control. Sobre todo el de nuestro actual presidente. Con su carismática locura, ha hecho que el mundo entero se vuelva loco. A la gente no le importa si Trump tiene razón o no, si dice la verdad o no. Son felices con la mentira. Trump es un poco como Hitler, pero menos inteligente.

-Sé que no le gusta hablar en exceso del pasado, pero solo hace unos días se cumplieron 60 años de su debut, con 18 años, en la primera edición del Newport Folk Festival. ¿Aquella Joan era muy distinta de la actual?

-Entonces y ahora soy un poco la misma. Sigo saliendo feliz a tocar. Mi misión siempre ha sido compartir música con contenido social. Lo ha sido con 18 y lo es ahora. Si en algo soy distinta ahora, es en que me siento más relajada, más segura.

-Seis décadas después… ¿todavía cree que las canciones son una forma efectiva de involucrar a la gente en el cambio político y social?

-Todavía lo son, de eso no tengo duda. Las canciones son una salvación en mitad de la locura. Un islote donde la gente con cabeza se puede refugiar.

-Solo por curiosidad, ¿ha visto ya la película de Scorsese sobre la Rolling Thunder Revue [de cuyo cartel era estrella importante]?

-Sí, sí que la he visto y me ha gustado. Le diré algo. No tiene nada que ver con cómo se desarrolló la gira en realidad, pero es muy divertida, sobre todo si te gusta Dylan.

-Y solo aborda el primer tramo de la gira, es decir, la parte alegre.

-¡Oh, sí, menos mal! El segundo no fue lo mismo. Mejor olvidarlo.

-¿En qué piensa invertir el tiempo libre que le dejará no tocar en directo?

-Me gusta pintar retratos, sobre todo de activistas sociales. Por otro lado, he vuelto a escribir. Estoy trabajando en las que serán mis últimas memorias. También me apetece no hacer nada. Prepararse para la muerte requiere eso, algo de vacío y calma.