Solange Rodríguez Pappe es una de las narradoras más representativas de la nueva literatura latinoamericana y su último libro, La primera vez que vi un fantasma es el primer fruto de un acuerdo entre Candaya y la Universidad de las Artes para colaborar en la introducción en España de autores ecuatorianos.

-La primera pregunta es obligada. ¿Cuándo fue la primera vez que vio un fantasma?

-Yo veo fantasmas a diario. Los creadores somos médiums, antenas de cosas extrañas, irreales, que luego se ven en nuestra literatura. Hay fantasmas literales y hay fantasmas que están relacionados con el proceso creativo.

-¿Todos tenemos nuestros propios fantasmas?

-Sí, muchos. Algunos son fantasmas que tienen que ver con nostalgias, con pérdidas, pero también hay fantasmas del futuro, anticipaciones de cosas que van a venir y no queremos que sucedan. Y eventualmente tenemos contacto con cosas que no terminamos de explicar del todo que pueden ser afortunadas, pero también terribles.

-Hay 15 relatos y todos muy diversos. ¿En qué se inspira?

-He aprendido a ser una antena de la realidad y eso somos los escritores, radares de cosas particulares que nos hablan todo el tiempo. Hay muchas ideas que tenemos a cada rato pero sin embargo, las ideas que más permanecen son las que se convierten en obsesiones y no podemos superar. Por ejemplo, ahora estoy en camino de trabajar algo del tema del sueño. ¿Por qué soñamos?, ¿qué significan?, me interesa el sueño como acto profético.

-En este libro lo trata en ‘Un hombre en mi cama’.

-Sí, trata de una mujer que ha encontrado en el sueño una forma de rebeldía con un grupo, Los narcóticos, que son personas que se dedican a verse dormidos. Podía ser algo irreal pero sucede. Hice una investigación de grupos extraños en internet y hay un montón de cosas raras.

-Pese a ser relatos, que definiríamos como realismo fantástico, toca temas actuales. ¿La vida real es su punto de partida?

-Así es, todo parte de la realidad, de nuestra percepción que tomamos como lo real, que es inamovible. Los principios de la realidad no pueden ser alterados, lo que sucede es que la imaginación la domina, pero en el fondo cuando nos despertamos del sueño, la realidad está ahí. A mi me interesa lo fantástico como un pretexto para pervertir esa realidad, no se va a poder cambiar pero sí interpretarse de otras maneras e incluso pueden ser amables. La realidad puede ser muy brutal y creo que la imaginación nos puede ayudar a tolerar la realidad y a hacerla más amable.

-¿Ofrece alguna moraleja?

-No creo que la literatura deba dejar moralejas pero sí he encontrado una constante en mi literatura y es que hay personajes que no quieren dejar desamparados a otros personajes.

-Deja muchos finales abiertos.

-Es que la vida es un final abierto (risas) porque en realidad las historias de la vida no se cierran, son expectativa y esperanza. La literatura es una de las cosas extraordinarias porque te brinda la idea de una ilusión de control pero en la vida real no tenemos ningún control, el azar lo domina absolutamente todo, lo cual puede ser una cosa terrible. Yo tengo personajes que consuelan y que a su manera son felices. Piensa en el último cuento, el que da título al libro, en el que el personaje se queda solo pero la aparición del fantasma le distrae de su condición de mujer abandonada.

-¿Ha querido dejar su impronta como profesora, el relatos como ‘Pistola cargada’, que cuenta qué le puede interesar a un lector?

-Es un cuento que trabaja con las múltiples teorías de la escritura. Yo he sido muy buena alumna, leo mucho cuento y me interesa como género a explorar. Y hay varias teorías, como las de Chejov, Cortazar, Hemingway, etc, el cuento es como un organismo inentendible y son intentos de encontrar su razón. Eso es porque me estoy riendo de otra teoría. El cuento es un organismo que se te escapa, no hay ninguna teoría que lo domine. Ese es un cuento que es un guiño a una teoría de escritura.

-Sus relatos recuerdan a Cortazar, Poe... ¿A quién lee ahora?

-Recomiendo a la japosesa Banana Yoshimoto, que leído y no la supero, me gusta mucho. Y también quiero recomendar el trabajo de otras escritoras ecuatorianas, Mónica Ojeda, compañera de Candaya, María Fernanda Ampuero.... Creo que las mujeres hemos trabajado muy duro en los últimos 20 años en América Latina para construir una narrativa independiente de esa anterior, excesivamente violenta y mimética y trabajando por una narrativa con otros rasgos, que también haya rudeza y fuerza, pero también esperanza, no todo tiene que ser terrible.

-¿Qué le atrae del relato corto frente a la novela?

-El cuento me parece misterioso y me encanta su capacidad para servir. El relato corto puede ser memorable y pasarse de una boca a otra. Y la novela es como un territorio para quedarse a vivir frente al relato que es una habitación de hotel, que tú habitas por pocos momentos pero si te gusta lo recomiendas.

-¿Qué acogida está teniendo en España el libro? ¿Se entiendce igual en Ecuador y Latinoamerica?

-En este texto hay mucho de mi ciudad, de Guayaquil, una ciudad que está en la costa y es muy diferente, es tropical, hay insectos, mucha música, casi Caribe y eso le da a la literatura una condición, tal vez, un poco más salvaje. El lector español va a encontrar en mi literatura puntos en común y creo que los puntos en común tienen que ver con la condición humana.

-¿Por qué la literatura ecuatoriana es tan desconocida en España?

-Se ve como exótico, no se sabe qué estamos haciendo. Creo que hemos tenido muy malas cadenas de distribución editorial y poco interés interno por leernos entre nosotros, pero estoy segura de que eso está cambiando y esta internacionalización ayudará que otros compañeros muestren su trabajo, porque lo que importa es mostrarlo. Y las mujeres están escribiendo una literatura muy potente.