Eduardo Ruiz Sosa se enfrenta al fenómeno de la muerte, quizá influenciado por el fallecimiento de su madre, en su último libro de relatos, Cuántos de los tuyos han muerto (Candaya), que presentó recientemente en la librería zaragozana Antígona. Un género, al que regresa tras Anatomía de la memoria, que fue muy bien acogida por la crítica.

-Tras el éxito de su novela, ¿fue un reto volver a escribir?

-Sí, es complicado qué puede esperar un lector que disfrutó la novela y que de alguna manera le pudo haber marcado, pensar qué espera de mi siguiente trabajo. Yo creo que la única forma de satisfacer a un lector es cumpliendo con las necesidades que yo tengo como individuo y siendo honesto. La novela fue resultado de eso. En realidad ha habido un silencio de cinco años y yo creo que lo que me movió a la escritura del libro, fue un proceso de comprender ciertos acontecimientos que sucedieron a mi alrededor durante un año y a lo largo de mucho tiempo también en algunos casos, eso me exige una gran cuota de honestidad. Yo necesitaba escribir este libro para poder salir de ciertas cosas. No se pueden comparar porque son muy distintos pero hay una esencia que sí continúa, en el discurso, en el ritmo, en el interés del lenguaje poético, de las historias y creo que eso lo reconocerán quienes hayan leído la novela.

-¿La muerte es una obsesión? Aparece en todos los cuentos.

-No sé si una obsesión, en todo caso la memoria sí es una obsesión. En los cuentos es un contexto que tiene que ver con mi experiencia personal. Pero creo que es la gran obsesión del ser humano y aproximarnos a textos que nos ayuden a convivir de una manera más natural con la muerte, que a todos nos va a ocurrir de una manera única e irrepetible, creo que es algo necesario. Quizá siempre está presente en lo que escribo, pero también hay otra cosa. La intención no es ahondar en la muerte como un fenómeno sino en los márgenes, en toda la comunidad que se crea en torno a la muerte de una persona, de una idea, de algo, de cualquier fenómeno, acontecimietno o hecho. Se trata de qué nos une después de perder algo, qué encontramos en común que nos hace establecer vínculos.

-¿Escribir es una forma de duelo o una liberación?

-Quizá en alguno de los cuentos tiene ese sentido. Pero luego también hay un interés por crear una visión más ampla de la muerte. Hay textos que tienen una referencia literaria, mi idea es centrarme en los personajes y lo que les ocurre; crear o recrear personajes que si bien en el cuento solo se asoman en un momento de la vida, puedan quedar completamente perfilados. En ese sentido creo que es un libro de personajes, más que de historias concretas, es cómo los personajes enfrentan estas historias.

-Todos los personajes pierden algo.

-Sí, pero es que esa pérdida los lleva a la necesidad de reconstrucción. A veces es la conservación de objetos, el establecimiento de relaciones afectivas... la pérdida siempre es un punto de partida no un destino y es eso también lo que nos lleva a encontrar a los otros.

-En México existe toda una cultura en torno a la muerte, que no hay en España. ¿El libro se entiende igual?

-Allí todavía no se ha leído. En la anterior novela todo ocurre en la ciudad en la que yo nací (Culiacán) pero con un nombre cambiado, y aquí, por primera vez aparece el nombre de una ciudad real que es Barcelona. Allí viví ocho años, me fui cuatro a México y ahora recién he vuelto. El último cuento del libro, que no es el último que escribí, trata sobre las migraciones y es más o menos un proceso en el que yo me encuentro ahora y de cómo uno se acerca del origen y alejándose trata de volver al mismo tiempo. Yo creo que los cuentos se pueden leer sin mayor complicación en los dos sitios pero aquí con otra óptica porque la muerte es algo más privadao y en México es algo más bien público. Quizá alguno tiene alguna referencia directo con el estado de cosas que se vive en México como la violencia, los desaparecidos y el caos que hay en torno a las desapariciones y muertes en la guerra que se vive hoy en día. El resto se pueden ubicar también aquí.

-Escribe «No hay realidad ni ficción, hay experiencias».

-Sí, yo creo que desde el momento en que algo está escrito ya es ficción. Así que decir que algo es más o menos ficticio no es necesario a estas alturas. Lo que sí es que hay una intención de construir un mundo ficcional y cercar una serie de realidades pero lo que yo intento es transmitr un proceso de afectación de experiencia del mundo y para eso lo que necesito es construir una historia pero también un vehículo narrativo que le haga llegar al lector esa historia y le haga sentir algo parecido a lo que sienten los personajes.

-Se salta las reglas sintácticas. ¿No hace más difícil la comprensión de los cuentos?

-Creo que es importante para transmitir esa afectación que me interesa. Con la novela me di cuenta de que muchas veces se subestima a los lectores y se piensa que hay textos herméticos que no son para cualquier lector pero no creo eso. La historia manda y la máxima para mí es lo que me enseñó un maestro, que decía: «Yo solo le pido a un libro, cuéntame algo buento y cuéntamelo bien». Y a veces ese bien exige una cuota de esfuerzo. Hay historias duras pero uno tiene que entrar.