"Por muy abstracto que quiera ser un pintor, vive de los ojos. Es alguien que mira". José Niebla (Tetuán, 1945) presentó ayer en el Museo Camón Aznar de Ibercaja, en Zaragoza, hasta el 7 de abril, su colección La Pintura. 1987-2003 consciente de haber encontrado "un espacio adecuado para poner la pintura delante de la gente", con cuadros que deliberadamente "no caben por la puerta de las galerías".

Se trata de una selección de 33 piezas divididas en dos partes: una retrospectiva 1987-2000 en la planta baja del museo y Memoria de Africa , doce piezas muy recientes (1999-2003. Si a primera vista los cuadros sólo muestran el expresionismo abstracto con que este pintor se dio a conocer en la Barcelona de los 60, poco a poco van desvelando a la mirada atenta paisajes, bodegones y otros elementos figurativos.

El titulado Gran Rojo , de ocho metros de largo, dedicado a la Revolución rusa tiene dos pequeñas manos oferentes renacentistas. Muy cerca de ellas hay otra mano, esta vez abierta y natural, la del propio pintor impregnada de sangre y plantada sobre la tela. Y de ahí se destapa que El gran rojo está hecho de centenares de manos como esa, es un grito de sangre, en el que aquellas oferentes del principio representan "la mística de aquel octubre rojo". O el lienzo titulado Blancos de Zurbarán esconde, tras gran la veladura nebulosa que invade el cuadro, los perfiles de un bodegón de Zurbarán.

Niebla incorpora collages con objetos y materiales de la vida cotidiana: tornillos, chapas, sierras, guadañas o tubos de neón. A veces el perímetro del soporte es insuficiente y lo transgrede con sobreposiciones, prolongaciones o fugas que hacen que la superficie sea más aérea.

El artista señala que la pintura es "un lenguaje que explica muchas cosas que la palabra no logra" y reclama su papel social de ser representativa de su tiempo y de las cosas que pasan: "Goya ha sido quizá el artista social más importante del mundo", dijo.

En ese campo se situó ayer el artista de forma explícita: "Me ha marcado mucho España y soy un viajero impenitente. Hay que ser sensible a lo que pasa en el mundo". Y denunció que "nunca como hoy se había especulado tanto con la obra de arte en subastas o transacciones". Y reivindicó "el carácter público y callejero" de la pintura frente a "la banalidad de las ferias del arte, basadas en la novedad continua y el espectáculo".