Tras ganar en 2002 el certamen andaluz de escritores noveles en relato, Cristina Morales (Granada, 1985) ha ido conformándose como una de las voces más importantes de la narrativa española. Recientemente presentó en la librería Antígona su último libro, Terroristas modernos, donde reflexiona sobre la construcción del estado moderno.

-¿Qué fue la Conspiración del Triangulo?

-Fue una conjura entre varios militares y guerrilleros degradados por Fernando VII tras la guerra de independencia. Seguía un esquema masón, una estructura piramidal en forma de células. Cada conjurado integra el vértice de un triangulo, este elige a dos ángulos inferiores, a quienes da la información y paga, y cada uno de ellos constituye el vértice de otro triangulo. De este modo se conseguía una estructura en cascada donde cada uno de ellos solo conocía la identidad de otros dos conjuradores. De este modo no se podían delatar entre sí.

-¿Fueron ellos los terroristas modernos?

-A todos nos han contado en el colegio que la Constitución de Cádiz fue el paso del Antiguo Régimen al estado liberal. Sin embargo no nos cuentan las miserias de la construcción de ese estado. Estos conspiradores tenían como objetivo acabar con el Antiguo Régimen y declarar de nuevo La Pepa, ya que Fernando VII la había abolido. Querían construir el estado moderno en el que vivimos hoy en día.

-Esta ideología no habría arraigado sin la influencia francesa durante la ocupación napoleónica.

-Cuando en 2008 se celebró la conmemoración de la guerra de independencia, se comparó la revuelta de los españoles contra el invasor que venía supuestamente a traer la ilustración y el estado liberal con la invasión americana en la segunda guerra del golfo. Como occidente, con una superioridad moral de corte colonialista, decía que iba a llevar a oriente los valores democráticos que nunca habían conocido, del mismo modo que hizo la familia Bonaparte. No creo que la influencia francesa fuese necesariamente buena.

-¿Se puede imponer el estado moderno?

-Los estatistas jacobinos definieron los términos del estado moderno, laico, con separación de poderes, positivista, donde reinara el imperio de la ley... Esto se hizo pasando por lo que luego se conoció como el régimen del terror. En 1793, el diccionario francés recoge por primera vez la palabra terrorismo, es un diccionario escrito por los detractores de Robespierre, que ya había sido guillotinado. Cuando definen la palabra terrorista no utilizan términos como antisistema, o aquel que atenta contra el estado, sino aquel que apoya el régimen del terror practicado por ciertos sectores del estado para imponer una nueva filosofía.

-¿Es etimológicamente hablando el Estado un terrorista?

-El nacimiento del estado moderno en Europa y la primera democracia liberal nació aplicando el régimen del terror, pasando por la guillotina a sus detractores políticos y a personas de baja estopa. En el siglo XIX el estado cambió el término, de repente terrorista no era el estado, sino quien ataca al estado. Pero esto no fue así siempre.

-¿Qué dice de nosotros como sociedad que el término haya cambiado así?

-Hoy en día se considera acto terrorista reventar un cajero automático. El estado considera como elemento capital para su seguridad el ataque contra una institución financiera. Esto nos da pistas sobre a quién protege el estado y a quién no. Por lo general el poder utiliza el concepto terrorista de un modo muy ágil. Actualmente se llama terrorista a cualquier colectivo que critique insistentemente a una institución. A algunos grupos feministas se les ha llamado feminazis.

-¿Es terrorista aquel grupo que no tiene una actitud conciliadora?

-Muy bien definido, cualquier concesión conlleva una renuncia, y los acuerdos que se pueden alcanzar con el estado siempre son frágiles. Se trata de una institución de poder y eso hace que ambas partes no estén en igualdad de condiciones para negociar. El que no se avenga a los canales de negociación propuestos por el estado será considerado un alterador del la paz, y esto lo podemos ver en una huelga. Aquel que hace acción directa al margen de estado o sindicatos es el que acaba señalado como el que ha provocado la ruptura de la negociación, cuando en realidad solo ha hecho el conflicto explicito.

-¿Es la afirmación «Todo el mundo tiene igualdad de condiciones» la mayor mentira de nuestro tiempo?

-Sin duda. La revolución liberal es una revolución burguesa, de los propietarios, de aquellos que quieren tener influencia económica. Hoy en día parece que no es así, parece que el sufragio universal garantiza que cualquiera pueda llegar a puestos de poder sin tener en cuenta consideraciones de nacimiento o económicas, pero si apartamos un poco la ley y observamos la realidad nos damos cuenta de que quienes llegan a los puestos de responsabilidad en la política no son gente pobre ni miserable, quizá miserable con una connotación moral, pero no son gente que este viviendo bajo un puente ni pidiendo en un supermercado.