-En su anterior novela ya abordaba un tipo de violencia y aquí, en Formas de estar lejos

-Me interesa la violencia desde siempre, lo que pasa es que sí que en esta novela trato más una violencia que no se ve, que aunque a veces es física, porque también hablo de ella, tiene que ver con la violencia en forma de maltrato psicológico. Y cómo también dentro de las relaciones íntimas se refleja un tipo de violencia que tiene que ver con la violencia patriarcal, con la machista… y cómo explota dentro del hogar.

-¿Algo que viene marcado por la sociedad?

-Viene marcada por unos patrones de conducta que se consideran normales, que tienen que ver con el tipo de educación sentimental afectiva recibida y también en el tipo de educación en la diferencia que hemos tenido en nuestra sociedad y en cualquier sociedad occidental. Siempre pensamos que el machismo no está tan arraigado aquí como en otros sitios o en otras sociedades menos civilizadas pero en realidad lo está y eso se demuestra en los comportamientos dentro de las familias y sobre todo dentro de la pareja.

-¿Cuánta culpa de esto tiene el imaginario colectivo que nos crean estímulos externos?

-El ideal del amor romántico es un ideal perverso porque ya supone una relación de poder dentro de la pareja que no es de igual a igual; marca unos comportamientos prescriptivos en la mujer que tienen que ver con el sacrificio, la sumisión, el dejar de ser una misma para lograr que el otro sea feliz, adecuarse a ciertos roles femeninos que tienen que ver desde la apariencia a la maternidad y también en el hombre hay una serie de prescripciones dentro del amor romántico. Tiene que ser él el que toma las decisiones, tanto cotidianas en la pareja como las que tienen que ver con la sexualidad, los pasos que se dan, esa formación en la diferencia y en la desigualdad, que hemos tenido nos crea, además, unas expectativas sobre el amor que son falsas y dañinas y que muchas veces creemos que es amor cosas que no lo son.

-¿Tenía muy claro el argumento desde el principio?

-La escena que abre el libro es lo primero que se me ocurrió y, a partir de ahí, se fue construyendo el libro. En esa escena lo que pasa es que vemos a una mujer que tiene miedo, un miedo que no puede controlar y sabemos que está relacionado con la pareja sentimental que ha tenido hasta ese momento. A partir de ese miedo, quería indagar cómo había llegado hasta allí. Al principio era una novela que se iba a centrar sobre todo en la perspectiva de Alicia pero luego me di cuenta que también quería introducir la perspectiva de Matty, su pareja. La pensé como una novela a dos voces y luego me di cuenta que quería una perspectiva más amplia y es cuando entró ese narrador omnisciente que va cambiado de la visión de Alicia a la de Matty pero desde fuera.

-En Formas de estar lejos

-Sí, muchísimas y creo que se encuentran en toda clase social y en mujeres de cualquier formación intelectual. Tenemos ese perjuicio, que es un perjuicio de clase, de que el maltrato o el abuso solo se dan en familias de clase media baja, que lo sufre gente que no tiene suficiente educación y en realidad no. Esto se puede dar en cualquier contexto, viniendo de donde vengas y teniendo la inteligencia que tengas. Tiene que ver con otras cosas, no con el acceso a la educación o el pertenecer a cierta clase.

-¿Es el momento de denunciarlo?

-¡Siempre es el momento! Sí creo que ahora hay más sensibilidad y de un tiempo a esta parte hay mucha gente en diferentes campos visibilizando eso que antes era invisible. La gran explosión fue el Me too que al final señaló formas de comportamiento abusivo que estaban silenciadas o normalizadas y las ha hecho más presentes. Creo que estamos en un proceso de visibilizar, sensibilizar y creo que ya no podemos dar marcha atrás. Una vez que ya hemos señalado el problema y lo hemos hecho visible, es muy difícil tratar de volver a normalizar esto porque ya nos hemos dado cuenta de que no lo es, de que no son actitudes permisibles.

-Un ejemplo es la reacción de la ultraderecha, ¿no?

-Es algo clarísimo. Esa reacción no solo retrógrada sino también tan centrada en el odio y el desprecio, en el desprestigio del movimiento feminista, viene de un miedo a que esto es imparable y a perder espacios de poder que han sido incuestionables para gente como ellos. Es una reacción a algo imparable.

-¿Seguirá por el camino de la novela o volverá al ensayo?

-No lo sé. Me gusta mucho escribir ficción y como para mí es nuevo, estoy todavía con el juguete, o me canso aún pero me imagino que en algún momento volveré al ensayo. Lo que pasa es que como escribo columnas reflexivas todas las semanas tengo ese canal para escribir de otra manera… En el momento que se me ocurra un nuevo proyecto, será el proyecto el que me marque si quiero escribir ficción o ensayo.