Hace 15 años ficticios, Nora cerró de un portazo la puerta a su pasado y a su familia. Ahora aparece en casa y tanto ella como su marido, sus hijos y la niñera han cambiado, no son los mismos que ella dejó. La vuelta de Nora (Casa de muñecas 2) es una de esas obras que «te remueve por dentro», porque es, ante todo, «emocional», aseguraron ayer Aitana Sánchez-Gijón y Elena Rivera, que ponen en escena la pieza hasta mañana en el Teatro Principal, junto a Roberto Enríquez y María Isabel Díaz Lago.

Gran parte de esa emotividad la tienen, el texto de Lucas Hnath y, ante todo, el director de la función, Andrés Lima. Es la tercera vez que Sánchez- Gijón trabaja con Lima y asegura que tiene una manera de trabajar «muy moderna», que «conecta con las tripas» y aunque La vuelta de Nora parecía más «dialéctica», ya que la puesta en escena son encuentros de la protagonista con otros personajes que van esgrimiendo los dolores que les ha provocado su ausencia, «él lo ha llevado hacia lo emocional». De ahí que provoque un «desgarro monumental».

«Te hace trabajar desde las tripas», insistió Elena Rivera, quien trabaja con Lima por primera vez y también es la primera vez que se sube a las tablas del teatro de su localidad natal, por lo que dijo sentirse «muy emocionada». «Te remueve mucho», señaló, para luego decir que «te deja tocado tanto para bien como para mal».

SEGUNDA PARTE / El título de la obra lleva por subítulo Casa de Muñecas 2, que escribió Lucas Hnath, y la «trae aquí y ahora», ya que enlaza con ese pasado en el que Nora abandonó a su familia. Han pasado «15 años, que simbolizan los casi 150» desde que Ibsen escribió la obra original. Sin embargo, Sánchez-Gijón señaló que «no es necesario haber leído o visto» la primera parte, porque el 90% de la gente que viene al teatro solo la conoce de oídas. Si la has visto es un plus que enriquece» pero nada más. Y es que se «habla de lo que pasó y se da información suficiente de lo que ha sucedido en estos 15 años de ausencia».

Nora, avanzó Sánchez-Gijón, vuelve transformada porque ha descubierto «cotas de libertad muy grandes» pero la sociedad le impide sobrepasar otras. Ella, que era una mujer burguesa, criada para ser la muñeca de su casa, deja todo para reconstruirse como ser humano. La actriz, tuvo que «hacer ese camino de búsqueda» a través de la fuerza personal del personaje.

Nora se reencuentra con cuatro personas diferentes, porque no solo ella ha cambiado, también Torvald, su marido, «del que se tenía una visión muy mezquina», pero ahora «entendemos a Nora, pero también a él y a sus mezquindades»; y a su hija, y a Anne Marie, que «se quedó a cargo de los tres hijos de Nora y que se ha convertido en el alma de la familia». «Todos tienen razones para defender su postura», concluyó la actriz, porque «noy hay buenos ni malos sino supervivientes». Y en este sentido, Nora «puede parecer un monstruo» pero si no se hubiera ido «estaba abocada al suicidio».

Rivera no tenía en quien inspirarse porque su personaje (hija de Nora) tenía 3 años en la obra original. Para ella, Nora «no es su madre» si no que es Anne Marie que es «quien la ha criado». Además, piensa que Nora ha vuelto «para destruir otra vez la familia». Vive en esa dualidad, porque «no le viene bien que vuelva», pero al mismo tiempo «anhela a su madre» y de ahí «sus contradicciones» y todas esas capas de las que se envuelve porque «tiene miedo» tras afrontar «como pudo», el abandono de su progenitora.