...Huérfano de veranos quise huir, escribiendo esto de las memorias agrestes de aquellos años grises, represivos y adocenados" . Así termina el libro de relatos Cuentos de San Cayetano de José Antonio Labordeta publicado por Xordica, que ayer se presentó en el hotel Catalonia Plaza, en el mismo entorno, Plaza del Justicia, en el que se desarrollan 12 historias que el autor calificó como "recuerdos fantasmagóricos".

Labordeta admitía ayer que su libro contiene un 20% de anécdota autobiográfica y un 80% de invención: "Lo que pasa --agregó--, es que, situada en ese paisaje, da la sensación de que es verdad. Pero la mayoría es mentira", dijo.

Lo que tiene el libro, como explicaba la escritora Cristina Grande en la presentación, es que "es igual, cortes por donde cortes" y se refería al tono general "delirante y macabro, casi felliniano" que representa la vida de unos adolescentes que hacen bachillerato entre los años 1945 y 1952 en un colegio privado, laico, mixto y "muy raro para aquellos años", según corroboró el autor.

Si los impresionistas franceses del XIX captaban la luz y los colores al vuelo del aire (y si era de noche, Van Gogh metía las luminarias que hicieran falta), el impresionismo de los Labordeta, (Miguel primero y luego José Antonio) refleja secuencias en los que destellan las sombras y las atmósferas cargadas. El escritor y bibliófilo José Luis Melero, enumeraba alguna de las escenas delirantes y sonámbulas del libro: La entrada del arzobispo en la ciudad montado en una mula blanca y con toda la fanfarria; el paso del Viático acompañado por la banda de la Diputación que entra en el burdel para asistir a una prostituta agonizante; los desvanes del colegio en los que alguien se esconde porque teme represalias...

Labordeta se reivindicaba ayer testigo infantil de aquel ambiente: "Yo nací ahí en una esquina de la casa, en una habitación interior en la que mi madre nos parió a los cuatro y donde me pegué 29 años hasta que salí para casarme, como dicen en los pueblos". Su padre era el director de aquel colegio, el caserón actual del Colegio de Notarios y muchos de los profesores eran gente represaliada del franquismo.

"En el fondo era una España en blanco y negro, pero en la adolescencia te la pasas por encima y haces que aparezca hasta divertida", dijo Labordeta. Cristina Grande planteó magistralmente el escenario en su breve discurso: "Primeros años del franquismo en este barrio, en esta plaza italiana con los fantasmas de Santa Isabel y del Justicia... y la desaparecida pasarela como una metáfora entre la vida y la muerte".

SEXO Y MUERTE

Allí los adolescentes que pueblan los relatos empiezan a descubrir la vida y la muerte. "No había más sexo que el solitario", dijo Labordeta. Pero por esos cuentos raros y macabros desfilan muertos como Gómez el amigo que perece ahogado, la Paqui, asesinada y el obispo de cuerpo presente al que hay que besar el anillo.

El editor, Chusé Raúl Usón se manifestó "orgulloso" del libro: "Me confieso labordetiano tanto en la rama joseantoniana (risa general) como migueliana". Y Melero analizó la obra "de humor y ternura; con la sordidez de la época", dentro de una pléyade de autores de todos los géneros que han escrito sobre Zaragoza, a la que auguró "un gran futuro".

Labordeta terminó nombrando a todos aquellos a quienes dedicaba cada relato, y sus aportaciones positivas al libro: Félix Romeo, que le animó a escribir uno; Antón Castro, que le pidió otro sobre el verano; José Luis Melero que logró convencerle de escribir un relato oral muy complicado; y a los amigos Ignacio Ciordia, Emilio Gastón (compañero de curso), Javier Aguirre, Ismael Grasa, Luis Alegre, Mariano Gistaín, Antonio Pérez Lasheras, Fernando Ferrero y Agustín Ibarrola.

Hubo entre el público escritores, artistas plásticos y destacados miembros de la Chunta Aragonesista, como Gaspar, Bernal o Fuster.