La gran virtud de Lady Macbeth es el modo en que nos impide tener las reacciones emocionales que nos pide el cuerpo. Querríamos empatizar con su heroína, pero ella poco a poco demuestra ser menos un símbolo de empoderamiento femenino que una psicópata dispuesta a ponerse perdida de sangre en busca de su libertad. La psicología de la mujer, cierto, apenas es explorada y por tanto su evolución desafía la plausibilidad; pero el caso es que el director William Oldroyd aspira a dejarnos boquiabiertos y vaya si lo logra, mientras ofrece pertinentes reflexiones sobre los terribles efectos del sexismo institucionalizado. NANDO SALVÀ