En los años 60 y 70 cientos de miles de mujeres españolas emigraron a Alemania para trabajar. Celia Santos les rinde homenaje a todas y cada una de ellas en La maleta de Ana (Ediciones B).

-¿Qué fue antes, la historia o la necesidad de dar el salto a la novela?

-Primero fue la historia. Un escritor siempre quiere escribir de todo y más los que ficcionamos. La historia llevaba mucho tiempo en mi cabeza, desde que era jovencita. Y yo sabía que algo tenía que hacer para contar un pasaje de la historia reciente que ha quedado olvidado o, por lo menos, relegado.

-En su familia hubo emigración pero interior. ¿Por qué esas ganas de contar esta historia?

-Siempre me he sentido muy molesta con el rechazo al que viene de fuera, con la xenofobia, el racismo... porque es una cuestión de dinero. Si tienes mucho dinero te admito y eso siempre me ha dado mucha rabia porque no sabes qué hay detrás de esa persona. Quería hacer ver a los que somos de aquí que antes también nos fuimos al otro lado y nuestros padres o abuelos tuvieron que marcharse los que no hace 100 años a América, hace 50 a Europa.

-¿Cuánto hay de realidad y de ficición?

-De realidad, las vivencias, sobre todo en la primera parte, la salida de España, la llegada a Alemania, cómo era el viaje, la vida dentro de las fábricas, las residencias, que eran barracones, todo es real. Luego está la parte de ficción, de los personajes y la trama final.

SEnD¿Y la documentación?

-Yo empecé a buscar documentación pero hay muy poquita cosa. Entonces pensé, me voy a la fuente y me fui hace dos años durante seis días a Colonia y me invitaron al comité que organiza la Asociación de Familias Españolas en Alemania y hablé con muchas mujeres. Lo que yo cuento en la novela lo pongo en voz de un personaje pero es lo que ellas me contaron.

-Cora y Ana son las grandes protagonistas y además, antagónicas.

-Yo quise que fuera así, quería enfrentar y dar un toque de atención con el personaje de Cora a esta sociedad en la que lo queremos todo y lo queremos ya y nos creemos con derecho a tenerlo sin esfuerzo. Quería advertir que eso se puede conseguir pero en un chasquido se puede perder, que es lo que le pasa a Cora. Ana es de un estrato social muy diferente, de una época muy diferente y con un carácter muy diferente.

-De hecho Cora es la que más evoluciona en la novela.

-Ana está contando su pasado y es una metáfora, que no tengamos alzhéimer en la sociedad, como le pasa a Ana, que tiene miedo de perder la memoria y que su historia se olvide. Cora, a medida que conoce la historia de Ana, va tomando conciencia de que su vida va a cambiar.

-¿Por qué la vida de estas mujeres emigrantes es tan poco conocida?

-Yo tengo una teoría que he desarrollado a raíz de hablar con muchas de ellas. A todos nos avergüenza reconocer que venimos de la miseria, que hemos pasado hambre o tenido que irnos en un tren destartalado porque en casa no había para comer. Yo he hablado con muchas mujeres y hay una frase que se repite y es: «No, pero yo no era como las otras emigrantes». También entiendo que es un mecanismo de defensa para blindarte y dulcificar los recuerdos. Tiene que ser duro. Al hablar con ellas yo les decía «Tenéis que estar orgullosas, vosotras sois las verdaderas triunfadoras y heroínas» y se les tiene que reconocer ese papel fundamental que tuvieron porque mantuvieron a muchas familias y la economía del país. Y para el Gobierno español eran gente que dejaba de estar parada y que si no estaban aquí no pensaban.

-¿Hubo una doble explotación? Allí en Alemania, y la petición de dinero por parte de las familias.

-Sí, porque las familias no eran conscientes de cómo lo pasaban y del esfuerzo que esas mujeres estaban haciendo. No tenían ningún capricho, todo era para mandárselo a sus familias.

-‘La maleta de Ana’ es también una novela de amor y de amistad.

-Sobre todo de amistad. He querido plasmar esas pseudofamilias que se formaban. Ana sale sola, Maricarmen sale sola; se conocen en Irún de una forma... y desde ese momento se hacen inseparables. Junto a dos italianos, Lucía y Peppino forman una familia para dar y recibir el amor que no tienen de los suyos. Y se crean unos vínculos muy fuertes.

-La lucha sindical está muy presente.

-No quería meter el dedo en la llaga ni cebarme con las condiciones laborales; pero el tema sindical es curioso porque cuando viajan a Alemania se dieron cuenta de que los trabajadores tenían unos derechos que podían reclamar. Eso hizo que se dieran cuenta de la situación que estaban en España. De ahí que el gobierno mandara una especie de espías para controlar quién era más subversivo.

-Y ahí aparece Cosme, uno de los malos de la novela. O Pilar.

-Cosme se mueve por dinero, también por despecho, pero sobre todo por dinero. Pilar lo hace por romanticismo, no tiene padres, es muy guapa y utiliza la única arma que sabe que le funciona. Es inocente y no tiene maldad y picardía, pero le sale mal.

-Cómo fue la vuelta de estas mujeres?

-No fue tan fácil. Las que se casaron y volvieron se establecieron, pero muchas no se casaron y a la vuelta, muchas de ellas ya enfermas, ya no era lo mismo en sus lugares de origen. Ellas no eran de ningún sitio, no tenían un núcleo. Hay mucha soledad en estas mujeres.

-Ahora se repite la historia.

-Si. En los años 60 y 70 salieron 1.300.000 personas. En los últimos diez años, un millón y medio de españoles. Es la primera gran migración del siglo. Para ellos es más frustrante que para los de entonces porque estos chicos han invertido años, dinero, esfuerzo en una formación y tienen que salir de España a buscarse la vida y si encuentran trabajo no van a volver. Los gobiernos no pueden permitir esa fuga de cerebros.