«Sentimos que estamos en tierra de nadie porque somos un servicio muy necesario para mucha gente pero para las instituciones no lo parece, por lo que la encrucijada es complicada. No es fácil mantener una librería cuando desde el 14 de marzo hemos paralizado toda la actividad económica, incluso la de servicio a domicilio, porque no queríamos vender poniendo en riesgo a alguien». La que habla es Julia Millán, propietaria de la librería Antígona de Zaragoza junto a Pepito Fernández, y que acaban de lanzar un grito de auxilio. «Lo que ofrecemos es una fórmula muy sencilla que ya estábamos aplicando con algunos clientes y que ahora abrimos a todo el mundo, se trata de ingresar dinero anticipadamente para consumir libros», lo que se conoce como una cuenta de librería. Es decir, cada cliente decide la cuota que quiere aportar mensualmente y cuando vuelva la normalidad, podrá adquirir libros por ese valor.

¿Qué se consigue con eso? «Así podremos afrontar los gastos fijos -indica Julia Millán- que tenemos aunque la librería esté cerrada, el local con cuyo dueño no se ha podido negociar nada, los impuestos…». Apenas hace unos días que lanzaron la iniciativa a través de sus contactos y de redes sociales y la respuesta no ha podido ser mejor: «Estamos contentísimos porque está siendo abrumadora y nos va a permitir pagar el alquiler de los dos próximos meses más los gastos fijos», explica la copropietaria de Antígona.

Otras de las grandes librerías de referencia en Zaragoza, Cálamo también ha recurrido a reforzar la oferta de la cuenta de librería, algo que llevaban practicando desde su apertura: «Era algo muy habitual en los años 70 y 80, una aportación fija mensual para comprar libros y que a nosotros nos garantizar tener unos fondos permanentes a principios de mes», afirma Paco Goyanes, de la librería. El resultado ha sido parecido al de Antígona: «Estamos muy emocionados por la respuesta de la gente. Lo vemos como un reconocimiento a muchos años de trabajo. Es verdad que mucha gente ya se había puesto en contacto con nosotros para ver de qué manera nos podían apoyar y dándole vueltas hemos decidido reforzar esta campaña de cuentas de librería. Hay que tener en cuenta que no es un crowdfunding sino que lo que ofrecemos es que se hagan socios de la librería y apoyen un proyecto cultural».

Inspirados en estos modelos y en el «de otras librerías que hemos visto», la librería El armadillo ilustrado también ha lanzado su propia campaña que han llamado Vale Armadillo, según cuenta uno de sus dueños, Víctor Romano: «Aunque los distribuidores han alargado los plazos de pago el quedarte sin ingresos económicos te deja en una situación muy complicada, sin ingresos, se derrumba todo así que proponemos estos Vale Armadillo mediante los que la gente nos anticipa el dinero que se querían gastar en la librería y lo podrán hacer cuando abramos de nuevo». Y, una vez más, los zaragozanos han demostrado que tienen una relación especial con los libros: «Bastante gente ha respondido y ya se ha apuntado lo que te da alegría y esperanza, te reconforta para continuar el día a día porque hay gastos que se mantienen, abras o no».

Los tres gestores culturales coinciden, además, que esta crisis de coronavirus ha llegado en un mal momento porque justo los meses de abril, mayo y junio suelen ser «muy buenos» para el sector. «La cancelación (se baraja celebrarlo después de verano) del Día del libro ha sido un golpe terrible porque en Aragón se había conseguido consolidar una cita y convertirla en muy importante pero es que, además, las ferias del libro también se van a ir cancelando… Y no olvidemos que las editoriales reservaban sus grandes novedades del año para esta época. Solo hubiera sido una fecha peor si sucede en Navidades…», asegura Goyanes. Algo a lo que, en el caso de Antígona, se añade la interrupción de las clases presenciales: «Nosotros somos una librería universitaria y se da la paradoja de que los alumnos siguen necesitando libros pero no podemos atenderles», lamenta Julia Millán. «Es que ahora venían los meses buenos -apunta Romano-. Febrero es tradicionalmente muy malo y ahora necesitábamos estos para recuperarnos…».

A pesar de todo, Paco Goyanes se considera «optimista dentro de la situación en la que estamos claro» pero lanza un aviso: «Hay que ser consciente de que el Estado va a poder hacer algo pero no va a poder solucionar toda la economía. El sector se levantará una vez más, pero tendrá que hacerlo solo, con un pacto entre todas las partes implicadas», concluye el propietario de una librería, Cálamo, que aunque no está abierta prosigue con sus clubes de lectura (por vía telemática por supuesto) y pronto hará lo propio también con «presentaciones de libros».