El objetivo de una feria es vender, no cabe duda, pero para ello hay que saber llegar al comprador con los productos más atractivos y sugerentes. La Feria del Libro Viejo y Antiguo de Zaragoza, que ayer se abrió en la plaza de Aragón, es una auténtica apuesta por poner en el escaparate a un sector que además de padecer la crisis como los demás, se enfrenta a un cambio de usos y costumbres fomentado por el espíritu de las nuevas tecnología.

No solo el pregonero de esta décima edición de la feria del Libro Viejo, el doctor Ángel Artal Burriel, apeló en positivo al futuro de los libros en papel entre una generación de "nativos digitales", es decir, "de los individuos nacidos en la última década del siglo pasado que viven inmersos en lo digital desde su infancia, sino que también libreros como el navarro Javier Garisoain, de Libros con Historia, confían en este tipo de ferias para "tratar de atraer a gente joven, meter el gusanillo de los libros a una generación saturada de nuevas tecnologías y que quizá puedan encontrar lo más nuevo para ellos en los libros viejos".

SINTONIZAR CON LOS TIEMPOS Y es que, como señaló Artal, "hay que tratar de sintonizar con la frecuencia de los nuevos tiempos y escuchar el espíritu de la época", lo que no significa que el libro de papel vaya a morir, sino que, gracias a ello, "va a convertirse en un objeto codiciado para muchos". La clave está en ver el negocio, "en reconocer que hay un mundo de lectores que quiere leer buenos libros, en primeras ediciones, bien editados y hermosamente vestidos". Así, "frente al e-book, el libro tradicional conservará su primacía".

Y eso es precisamente "la novedad" que ofrecen las ferias de libros de viejo, ejemplares únicos en cada una de las casetas, hasta el punto de que de cada 4.000 libros que pueden ofrecer cada una, apenas unos cuantos se repiten "haciendo de cada título un libro exclusivo", como apunta Garisoain, que por ese motivo anima al público a "recorrer todos los stands, a visitar cada uno preguntando por lo que le pueda interesar y abrirse a encontrar lo que nunca hubiese buscado y está ahí, porque cada librería es especial".

En la misma línea se manifiesta Antonio Lorenzo, de la librería Asilo del Libro, de Valencia, quien recalca que "entre nosotros no somos competencia, lo que tiene el uno no lo tiene el otro; nos nutrimos de ejemplares raros, descatalogados y fuera de comercio, no es como en una feria del libro convencional en la que todos los puestos ofrecen los best sellers", dice quien además de libros editados desde el XVI, volúmenes escolares de los primeros años del siglo XX o tebeos de los años 50, ofrece como curiosidad el cartel de una exposición de Rafael Alberti en Roma, en el año 1973. El cartel está firmado por el propio Alberti y dedicado a André Malraux.

En total son trece las librerías de viejo que asisten a la feria, que permanecerá en la plaza de Aragón hasta el día 13 de abril. Textos antiguos, publicaciones descatalogadas, grabados y mapas, cómics, postales, álbumes de cromos, tebeos y un sinfín de materiales literarios de otras épocas se pueden encontrar en una feria que, como apuntó el gerente de la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural, Juan José Vázquez, "es insustituible pues forma parte de la tradición librera y libresca de la ciudad".

Una feria para cuyo mantenimiento futuro Vázquez hizo un llamamiento al resto de las instituciones "ya que si todos colaboráramos sería más productiva".