La obra de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924--2002) está ya en la Historia del Arte en sus monumentales esculturas abstractas. Desde 1949 París le reconoció un talento equiparable al de Brancusi o Giacometti. Pero el autor donostiarra cultivó también toda su vida el dibujo figurativo como forma de explorar el espacio.

Al menos 300 de los trabajos suyos que se conservan sobre papel tuvieron como modelo sus propias manos. Sesenta y ocho de estos dibujos pueden contemplarse desde ayer, jueves, hasta el 11 de abril en la muestra Chillida en sus manos instalada en el museo Pablo Gargallo de Zaragoza. La integran además dos gravitaciones (papeles colgados como relieves alados) y siete lurras (tierras cocidas de hierro oxidado, molidas muy finamente) de Chillida centradas en el mismo tema.

La exposición, patrocinada por Bancaja, que ya la ha exibido en Valencia, Alicante y Castellón, fue presentada ayer por la concejala de Cultura, Rosa Borraz, a la que acompañaban la comisaria de la muestra, Sally Radic y dos testigos excepcionales: la viuda del artista, Pilar Beúnze y su hijo Luis Chillida, encargado del caserío-museo guipuzcoano Chillida-Leku.

"Eduardo siempre estaba dibujando manos. Decía que tenían unas posibilidades plásticas enormes" declaró Pilar Beúnze. Chillida dibujaba las suyas propias, primero la mano izquierda y más tarde la derecha, cuando se hizo zurdo al ver que su gran facilidad para el dibujo le creaba dificultades para profundizar en el espacio.

No quería que la mano se le adelantase, con su virtuosismo, a su pensamiento: "Así lo hice por amor a la dificultad, --escribió el artista--; ante una torpeza, la cabeza llegaba antes que la mano, mientras que hasta entonces mi mano iba delante de la cabeza y de la sensibilidad" .

EN ORDEN CRONOLOGICO

La colección traída a Zaragoza está organizada cronológicamente. Sally Radic explicó que los primeros dibujos son de 1945, cuando el escultor tenía 21 años y estudiaba Arquitectura. "En ellos utilizó sombras para obtener variaciones de luz, para crear la ilusión de masa y espacio en una superficie plana, para modelar la forma". En 1946, Chillida usa lineas y sombras o solamente una línea muy enérgica.

Según explicó Sally Radic, en 1947 el artista abandona las sombras y se concentra en las líneas, pero usando varias para formar la mano. A partir de 1948 dibuja con una línea segura, "un trazo continuo, sin usar sombras y en el que se ven las tres dimensiones" Y concluye Radic: "Lo que Chillida intenta llevar al papel es algo nuevo: las distintas relaciones espaciales". Las últimas manos son del año 2000.

El dibujo de Chillida es racional y refleja con la mayor simplicidad de líneas un momento visual. Pilar Beúnze recuerda que su marido le decía siempre que ella tenía unas manos "muy delgaditas y poco plásticas", por lo que prefería dibujar las propias. Y que rompía muchos de los dibujos que a ella le gustaban más que los que guardaba ("una mano perfecta, con sus arruguitas y todo"). El le decía: "La facilidad no es buena para el arte. Hay que buscar algo que te haga irte por caminos desconocidos".

Luis Chillida, recuerda que su padre "dibujaba a mano alzada, sin apoyarla en el papel, para lograr la inmediatez del cerebro con la punta del lápiz" y agregó que, frente a la rapidez "trataba de frenarse, se consideraba un rumiante, le gustaba mascar". Este es el mismo autor que lograba esculturas "ordenadas sin ser simétricas" y que creía que "la virtud está cerca del ángulo recto, pero no en él".