La quinta película como directora de la también actriz y cantante Agnès Jaoui vuelve a tenerla a ella y a Jean-Pierre Bacri, su coguionista habitual y expareja sentimental, como protagonistas. Reconocemos el cine de esta directora que espacia sus trabajos considerablemente (cinco largometrajes en 18 años: Para todos los gustos, Como una imagen, Háblame de la lluvia, Un cuento francés y Llenos de vida) por sus rostros y el tono de comedia dramática. Hay romance por lo general, pero es agridulce. La primera que hizo era muy coral, al estilo de la que Jaoui y Bacri habían escrito para Alain Resnais, el musical On connait la chanson. Esta última sigue siendo una película de conjunto, ya que acontece durante una fiesta en la casa de campo a media hora de París que inaugura una productora televisiva. Pero la historia se desplaza rápido hacia este personaje (una excelente Léa Drucker), un veterano presentador cuyo programa ha entrado en decadencia (Bacri) y la exesposa de este, una mujer aún idealista que Jaoui ha diseñado para ser interpretado por ella.

El presentador se ha convertido en un tipo cínico. Según él, cuando se tienen 20 años es imposible no ser de izquierdas, pero a los 40 es recomendable ser de derechas. Todo lo contrario que su antigua esposa. En ambos flota, aunque distinto, el miedo a envejecer. De hecho, Bacri y Jaoui hablan de sí mismos, de su papel en el mundo, la industria del entretenimiento, las relaciones con los jóvenes y los hijos. La acción avanza de manera fluida. Es una fiesta, pero sabemos que no todo será festivo. QUIM CASAS