Acaba de publicar el videoclip de su tema Una canción de despedida y, con él, de liberar (digitalmente) la última canción de su EP La mujer de Lot. Tal cual. Aunque corren tiempos de inmediatez en el que se prima lo digital por encima de todo, Óscar Llorente decidió darle la vuelta a esto cuando lanzó este trabajo (el segundo de este proyecto tras Gente corriente): «Quise saltarme un poco las normas establecidas y hacer lo contrario. Lo primero que hice fue sacar las copias físicas y a nivel digital he ido sacando las canciones de una en una, cada tres o cuatro semanas como si fueran cinco singlesy, además, cada estreno venía asociado a un pequeño videoclip». Eso sí, todo con una explicación coherente, como la forma que tiene Óscar Llorente de afrontar la música: «Haciéndolo así, da tiempo a que respire cada canción, a darle la importancia que se merece y, sobre todo, a poder degustarla con calma en estos tiempos de inmediatez y estrés. Quería que el periodo de asimilación de estas canciones fuera más pausado».

Algo que toma más sentido cuando se escucha cada una de las piezas que forma parte de La mujer de Lot. «Es una serie de miradas atrás con distintas temáticas en cada una de las canciones. Una mira atrás en aspectos musicales, otra en el amor, otra en los ídolos por ejemplo… Una vez que lo tuve claro lo que hice fue darle una coherencia común bajo un título». Todo alejado de la posible tentación de la añoranza: «Me gusta mucho echar la vista atrás para analizar cosas pero no para quedarme ensimismado en lo que fue. Cuando se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, no estoy de acuerdo. Cualquier tiempo pasado, bajo mi punto de vista fue eso, pasado, y nos puede servir para mirar hacia adelante y ver lo que ha de venir con experiencia. Pero nada de anclarse al pasado ni en música ni en los sonidos ni en nada. Hay que echar el ojo atrás para ver lo que pasó porque nos puede servir para seguir adelante», afirma el músico cántabro de nacimiento pero que lleva ya más de una década residiendo en Zaragoza y que en un ataque de sinceridad asegura huir de las etiquetas: «Cuando me dicen ‘define tu música’, me cuesta horrores. No puedo catalogarla en ningún estilo. Lo que pretendo es hacer canciones, cada vez mejores, pero todas ellas distintas. Puedes encontrar un rock, guiños a una ranchera mexicana, una clásica de autor, otra canción con tintes folk porque vengo del norte y estoy acostumbrado a esta música… Pero no, no sería capaz de meter mi música en un género porque, además, ni me gusta ni me apetece. Lo que me motiva es explorar diferentes sonidos e indagar».

Pero, ¿qué le han aportado musicalmente Cantabria y Aragón? «En el norte viví hasta los 18 años aunque vuelvo mucho porque están mis padres. Nos movíamos en muchos festivales de folk cántabro y los violines que suenan en nuestras canciones e incluso las armonías vocales, creo que lo mamé de allí. Luego estudié en Valladolid y en Zaragoza llevo ya 11 años y me ha enriquecido muchísimo porque he contactado con gente que entiende la música de una manera similar a la mía y hablamos, colaboramos, cenamos, discutimos...».

Este confinamiento le ha pillado con un EP con apenas unos meses en el mercado y le ha obligado a la banda a cancelar algunas actuaciones: «No teníamos planificado muchas para lo que solemos tener pero teníamos una superespecial en Zaragoza, que eran los Desconciertos Desconciertosen la sala López que, además, coincidía con el aniversario de Gente corriente. Habíamos planificado algo chulo, con invitados, y nos dio mucha rabia que no se pudiera celebrar pero ya lo daremos cuando todo vuelve a funcionar», resume el músico con optimismo. Y es que tanto él como la banda disfrutan sobre el escenario: «Muchísimo», contesta rápidamente Llorente antes de proseguir: «Hay gente que cree que estas canciones son de autor pero qué va, nuestra banda es completa, son seis musicazos de Zaragoza y nos lo pasamos genial en los directos. Ya estaban escribiendo en el grupo de que si en la fase 1 ya se podía ensayar. Hay ganas de juntarse», confiesa.

Llorente compagina su faceta de músico con otro trabajo, el de la docencia: «Me gustaría vivir bien de la música pero el panorama actual no lo permite, al menos en mi situación. Prefiero mucho más vivir con la música sin presión y disfrutando muchísimo que tener que estar anclado a los ingresos que me genere únicamente la música, sería muy arriesgado. No hay mucha gente en este país que viva exclusivamente de la música… Son unos privilegiados y por eso, es necesario tener un plan b y ese es un trabajo que me pone las lentejas en el plato y luego las canciones me alimentan en otro sentido».