Tras protagonizar el linchamiento en las redes a causa de la publicación de su libro infantil 75 consejos para sobrevivir a las redes sociales, acusado por varios tuiteros se defender el bullyng y objeto de una petición en la web change.org para su retirada, María Frisa publica su nueva novela negra Cuídate de mí en la que cuenta la historia de dos agentes de policía mujeres al frente de la Unidad de Familia y Mujer de la policía de Zaragoza. Una labor para la cual se valió del asesoramiento policial de dos de las policias que trabajan en este organismo.

<b>—Tras un breve periodo en la literatura juvenil, vuelve a la novela negra ¿Por qué?</b>

—Cronológicamente parece que he hecho un parón, pero realmente nunca he abandonado del todo la novela negra, ya que he estado trabajando durante los últimos ocho años en Cuídate de mí. La historia la tuve siempre clarísima y el final no ha variado nunca, pero por alguna razón siempre la concebí como una novela fallida. Algo no funcionaba en ella, y he estado durante ocho años cambiándola continuamente hasta llegar al resultado actual. El cambio más importante que realicé y que ha definido el desarrollo posterior de la novela fue sustituir el departamento en el que trabajan las protagonistas de la Unidad de Homicidios a la Unidad de Familia y Mujer (Ufan). esta decisión transformó por completo la manera de contar la historia.

—Contó con asesoramiento de dos policías de dicha unidad que le asesoraron en el proceso de escritura. ¿Dónde se encuentra la frontera entre la realidad y la ficción en ‘Cuídate de mí’?

—Una vez que tuve la historia quise darle verosimilitud, y estas profesionales me ayudaron a comprender el modo en el que trabajan, descubriendo desde datos generales como sus horarios de trabajo hasta pequeños detalles como que a veces guardan su almuerzo en la mini-nevera que utilizan para las pruebas o que se encuentran en contacto continuo con las familias de las víctimas. El caso es totalmente ficticio, pero quería dotar a la historia de todos los datos técnicos que a mí como escritora se me pudiesen escapar.

—Las dos protagonistas de su novela tienen mucho de usted, Lara es psicóloga y usted estudió Psicología Clínica; Berta está pasando por una campaña de difamación en las redes muy similar a por la que usted pasó en el verano de 2016 a raíz de la publicación de su libro infantil ’75 consejos para sobrevivir a las redes sociales’.

—Como escritora siempre trato de volcar mi propia experiencia en mis obras, dado que aporta realismo y verosimilitud al libro. Evidentemente lo que más he volcado ha sido mi experiencia en la campaña de linchamiento que sufrí. Quise añadir una subtrama a la novela para plasmar aquellos sentimientos que yo experimenté durante aquel verano, esa impotencia, ese sentimiento de indefensión, etc. A mi todo eso me ocurrió en Twitter, una red social en la que yo apenas tengo 70 seguidores, así que me pilló completamente desprevenida. Cuando finalmente volví lo hice con mucha precaución. Ese año durante las fiestas de Alfajarín una mujer que no me conocía de nada se me acercó y me dijo que era una sinvergüenza. En ese momento agradecí no haber puesto nunca información personal en las redes, porque si no durante aquella época, aunque parezca descabellado, podrían haberse plantado en la puerta de mi casa.

—¿Ha cambiado ese evento su perspectiva de las redes sociales?

—Si le soy sincera, y soy consciente de que esto va a sonar muy políticamente incorrecto, todo aquello me sirvió para darme cuenta de que hay mucho imbécil suelto sin ganas de escuchar ni razonar. Recibí más de 3.000 mensajes en los que lo más bonito que me dijeron fue hija de puta, en los que además me decían que ojalá reventasen a mis hijos a patadas en el patio del colegio. Por supuesto, ninguna de las personas que escribieron esos mensajes se ha disculpado todavía, y no lo van a hacer.

—Ya sabe lo que dicen, nunca pierda el tiempo discutiendo en Twitter con gente que tenga más tiempo libre que usted.

—Muy cierto. Algo parecido comentaba Juan Soto Ivars en su libro Arden las redes, en el que entre otras cosas analizaba mi caso y en el que se refería a este tipo de gente como «pajilleros de la indignación», gente con vidas tan tristes que se levantan por la mañana y con la intención de pertenecer a un grupo de anónimos desconocidos busca poner a la gente en su sitio a base de comentarios ofensivos.

—Volviendo a la novela, destaca la reivindicación que hace de los personajes protagonistas femeninos dentro del género, donde muy a menudo se les relega al papel de ‘femme fatale’ o novia redentora.

—Cada vez hay más mujeres escribiendo novela negra, pero la verdad es que creo que nunca había leído una historia en la que las dos protagonistas fueran mujeres. Quería centrar la novela en el punto de vista de las mujeres sobre la violencia de género, en los abusos sexuales.

—Un tema que está ahora mismo en el epicentro mediático gracias a movimientos como el ‘Times Up’ o el ‘Me Too’.

—Bueno, yo empecé a escribir la novela mucho antes de que se empezase a hablar en serio de esto, y creo que desde entonces no hemos avanzado nada. Lo más importante en estos casos es que la mujer se atreva a denunciar, porque hay muchísimas mujeres que no se atreven a hacerlo al pensar que no les van a creer, que tienen parte de culpa; y lo cierto es que no me extraña, ya que en nuestro país hay jueces que han llegado a preguntar a las víctimas si «tenían las piernas bien cerradas» o si «se defendieron bien». Esos señores deberían dimitir, pero por supuesto no lo van a hacer ya que en este país no dimite nadie e incluso el presidente del Gobierno considera el tema de la igualdad salarial como un asunto sin importancia. Tenemos que enseñar a las nuevas generaciones a no culpabilizar a la víctima y si mi novela sirve para que una sola víctima de acoso sexual deje de culpabilizarse por lo ocurrido daré mi trabajo por cumplido.