A Lola de Ávila no le han sorprendido las muestras de cariño que han recibido con motivo de la muerte, el jueves, de su madre, María de Ávila. "Lo que más me congratula es que la gente se acuerde de ella con cariño", reconocía ayer. Y apostillaba: "Todo el mundo dice lo mismo, el amor y la generosidad por el trabajo y la sinceridad; por eso no me extrañan los reconocimientos", aseguró. María de Ávila será hoy enterrada en Zaragoza en la más estricta intimidad, rodeada por su hija, sus nietas y el resto de la familia; y también por alguno de sus alumnos más queridos. El funeral público será el lunes, a las 19.00 horas, en la parroquia de Santa Engracia. Será entonces cuando discípulos de ayer y de hoy rindan homenaje a la maestra.

Lola de Ávila destaca que su madre intentaba inculcar "amor y respeto por el trabajo". "Lo que realmente le motivaba era hablar y ver baile, era su pasión", apunta. La pasión por este arte le acompañó siempre. "Ha amado su trabajo hasta el final de sus días". Para María de Ávila, el baile "era lo que realmente le motivaba", y es que cómo más feliz se sentía "era hablando sobre él y verlo porque era su pasión", convirtiéndolo en su forma de vida.

PASIÓN TRANSMITIDA Muestra de la capacidad didáctica de la maestra, su hija mamó desde muy pequeña ese amor: "Me resulta dificil averiguar cómo me inculcó ese interés". Los ingredientes que actuaron de cebo fueron "su seriedad, generosidad y disciplina". Eso sí, una disciplina entendida como "autodisciplina" porque "cuando sientes auténtica pasión por hacer algo te imponen tu mismo el rigor". En este sentido, De Ávila señala un ejemplo deportivo ilustrativo, el de Rafa Nadal: "él no podría hacer las hazañas que hace si no fuese disciplinado de forma voluntaria". Para la gran maestra, el método a seguir era otro. "Esa cosa de la educación como algo férreo y duro no iba con mi madre, ella lo disfrutaba", asegura.

UN EXTENSO LEGADO Son cientos los alumnos a los que María de Ávila ha instruido. Víctor Ullate, Carmen Roche, Ana Laguna o Amador Castilla son solo algunos ejemplos de sus discípulos, hoy convertidos en grandes profesionales de la danza. Su legado es "enorme", dado que "durante muchos años ha sembrado el camino que ahora otros estamos recorriendo".

A juicio de Lola de Ávila, resulta inmensa la herencia que su madre deja para la posteridad. Además, "alumnos suyos que han llegado a ser grandes bailarines, o también los que no han sido tan conocidos, coinciden en señalar la honestidad y sinceridad en su trabajo", destaca.

Su alta calidad no solo se circunscribía al ámbito estrictamente profesional, sino también al humano. Bien reflejado queda en las incontables muestras de afecto desde múltiples ámbitos que ha recibido la familia por la triste pérdida.

A madre e hija no solo les unía su pasión por la danza, sino también el estudio de danza fundado que la fallecida fundó en 1954 y dirigió hasta su retiro, momento en el que su hija recogió las riendas de la dirección que actualmente ostenta. En esta escuela, profesores y alumnos aún están asimilando la defunción de la maestra. "Aún estamos todos muy blanditos", reconoce De Ávila; sin embargo las clases han continuado. Hoy descansarán y también el lunes, para darle el penúltimo tributo; el último, cada vez que se pongan las zapatillas y bailen.