Alberto López Simón abrió ayer la puerta grande de la plaza de toros de Zaragoza en la segunda función de las tres que componen la Feria de San Jorge.

Una corrida de toros con el hierro de Conde de Mayalde que ofreció mucho de lo bueno, bien presentada, seria pero sin estridencias y, sobre todo, con grandes posibilidades que no siempre fueron aprovechadas por los toreros.

Fue una de esas tardes en las que todo sucede como en el interior de la cesta de una noria: ahora en el cielo, ahora en el sótano.

El Fandi, para abrir plaza, se topó con Abonador, un torazo de 620 kilos que tuvo muchísimas virtudes. Fue pronto y solícito a cada cite, embistió por abajo y con alegría en cada arrancada. No a oleadas, arrancándose en franquía con tanta clase como emoción. Y todo ello a pesar del palizón --en todos los sentidos-- de un Fandi que lo vende al peso.

Porque con el capote largó percal como para aburrir a Job; puteó al toro en banderillas como de costumbre, abusando de esos bruscos recortes que parten los cuartos traseros del animal. Además de sus interminables carreras y demás parafernalia...

BRAVO A PESAR DE TODO

A todo ello sobrevivió Abonador sin bajar el pistón, yéndose al trapo siempre y con todo. ¡Con todo por abajo! Inagotable, inacabable e inabarcable para el granadino.

Aunque lo cazó de una estocada la petición, mayoritaria, no fue atendida por la presidenta Carolina Chaves. La bronca arruinó el posible premio para el toro, que en justicia debió merecer un arrastre lento.

El cuarto toro acabó aburrido tras otro abultado abasto con lo rojo tras el repertorio con el capote y ¡cuatro pares de banderillas!, un vapuleo al que el toro correspondió con clase y nobleza hasta que terminó entregando su dignidad a un Fandi acertadísimo con la espada.

Miguel Ángel Perera apechugó con un sobrero de Sánchez Arjona cinqueño, huidizo y con pinta del haberle dado un par de vueltas al cuentakilómetros. Con el quinto no hubo entendimiento.

Mientras, López Simón obtuvo dos orejas del tercero, un toro de gran clase al que remató de modo fulminante tras una faena de solo una serie por el izquierdo. El resto, todo derecheando.

La ley de la compensación o los remordimientos del palco hicieron dos de lo que debió ser un trofeo.

En sexto turno se empeñó en hacer todo por la derecha para acabar entre los pitones de un toro rendido lastimosamente.