La libertad creativa que Goya tuvo durante su estancia en Cádiz en 1792, donde, por un lado, se relacionó con los ingleses que vivían allí, que le acercaron a las estampas satíricas firmadas por británicos, y por otro, que ya se veía aquejado de la sordera y abocado a vivir en un mundo interior aislado del exterior, provocó que aunque todavía tenía encargos, al mismo tiempo puede compaginarlos con «obra propia, en la que se siente libre para plasmar sus pensamientos y sus inquietudes». Es en esa época cuando comienza a realizar lo que serían los antecedentes de Los Caprichos; y ya en 1797 firmó sus primeros dibujos que darían como resultado la serie, explicó ayer Lola Durán, comisaria de la exposición Los caprichos de Goya de Dalí. Obra gráfica de Salvador Dalí, que puede verse hasta el 9 de julio en el Museo Goya de Ibercaja. La muestra presenta la reinterpretación que el de Figueras hizo de las obras del aragonés, aportando una mirada surrealista a los grabados del de Fuendetodos.

Durán presentó la exposición acompañada de Rosario Añaños, directora del museo; Juan Carlos Sánchez, jefe de la Obra Social de Ibercaja; y Magdalena Lasala, coordinadora general de la muestra, quien explicó que la primera mitad de la serie presenta los grabados «más realistas y satíricos» que critican desde la razón el comportamiento de sus coetáneos; mientras que en la segunda «abandona la racionalidad» y se adentra «en lo fantástico donde mediante el absurdo mostró visiones delirantes de seres extraños».

Vigentes dos siglos después

Cuatro son los grandes temas que abordan Los caprichos: la relación entre hombres y mujeres, la mala educación, los grandes vicios y los abusos de poder. Dos siglos después, a Dalí le interesaron la «universalidad y la atemporalidad de los vicios, ya que vio que nada había cambiado». El de Figueras los reprodujo por la técnica del heliograbado, «los retocó», los coloreó, introdujo elementos propios como «los relojes blandos, cajones, el gran masturbador, etc, mantuvo la firma de Goya y añadió la suya. Los títulos o lemas del de Fuendetodos eran críticas, mientas que Dalí dota de dobles sentidos o cambia los títulos provocando «juegos». El grabado Mala noche se convierte en Buenos días, por ejemplo.

Las 80 recreaciones del genio catalán se presentan en dos salas, y es un acierto que, en algunas ocasiones, se pueden verlos de los dos juntos, con una explicación que muestra las diferencias de ambos.

En el autorretrato que abre la muestra, Dalí respeta la obra, y añade un animal con garras, la cabeza de un anciano y un caballero que pasea. Que viene el coco es una crítica a la mala educación, que Dalí convierte en No es verdad, a mí con esas no. En Pobrecitas, Goya presenta a unas prostitutas que van presas y critica la hipocresía y la doble moral; mientras que el catalán en sus Cenicitas añade una máscara de la muerte y la idea que son víctimas de la justicia.

En Tántalo, muestra a un hombre afligido junto al cuerpo inerte de su mujer, mientras que Tábano alude al carácter fastidioso del marido junto al cuerpo de la mujer, que se convierte en un reloj blando. En Tú que no puedes, dos hombres cargan a dos burros, que representan a los que mandan; mientras que Dalí piensa en el ángelus de Millet, al que añade el gran masturbador. Y así en los que se presentan dobles, ya que si no, para encontrar las diferencias, habrá que subir al primer piso, donde habitan los caprichos que enamoraron a Dalí.